Desaprender para aprender
¿Cómo vamos a aprender cosas nuevas, a sorprendernos, si ya lo sabemos todo? Menudo aburrimiento de vida
Desaprender puede ser muy costoso, soy consciente, pero creo que es fundamental y más en estos tiempos que vivimos tan dados ellos a correr y ... cambiar quizá demasiado deprisa. Tan dados, por desgracia, a la mentira.
Me gusta aprender algo nuevo cada día, lo que sea, y también me gusta desaprender. Y miren que esto no lo digo con afán de olvidar, nunca, no me refiero a eso, pues si hay algo, y no me importa en absoluto reconocerlo, que me da verdadero miedo, es el olvido. Es la peor de las enfermedades y el peor de los sufrimientos. Una condena terrible. Así es como lo veo. Es, sin duda, el infierno. El auténtico infierno. Cuando hablo de desaprender, me refiero a desaprender cosas -entiéndase cosa como asunto, tema, negocio, cuestión, acontecimiento, hecho, incidente, etc.- que damos por acontecidas y/o por ciertas y que realmente no son así.
¿Cómo es eso posible? ¿Cómo las hemos llegado entonces a aceptar como verdaderas? Por varios motivos. Por un lado, puede que nunca fueran como nosotros creíamos que eran; es decir, que ya las aprendiéramos mal. Por otro, tal vez hayan cambiado a los largo de los años. Nosotros cambiamos por lo que, ¿acaso no puede suceder lo mismo con otros asuntos? Que se lo pregunten al pobre Plutón que un buen día de 2006 dejó de ser considerado el noveno planeta de nuestro Sistema Solar y fue reducido a simple planeta enano.
Mención especial se merecen algunas cosas que nunca sucedieron y que pueden resultar, se lo aseguro, hasta divertidas. Florecen a nuestro alrededor como historias que, a base de repetirse, acaban convertidas en certificadas leyendas urbanas, pero que no son en absoluto reales. Son falsas como esas monedas de oro que, en realidad, son de chocolate. ¿Ejemplos? Voy a ponerles algunos. Ya verán qué curiosos. Los cascos de los vikingos no tenían cuernos, aunque creamos que sí y, en muchas ocasiones, sobre todo en las películas y series salgan con ellos. También en los disfraces y dibujos animados. Julio César nunca dijo aquello de «tú también, Bruto, hijo mío» cuando fue asesinado, o Carlos II, al que se le llamaba 'El Hechizado', no estaba ni hechizado ni era tan pazguato como el apodo podía hacer suponer. Al parecer, fue todo idea de su sucesor, Felipe V, llamado 'El Animoso', que para ensalzar su figura ordenó decir por aquí y por allá que su antecesor era, para que nos entendamos, lelo. Lelo del todo. Fue una manera de deshonrar a los últimos Austrias, ya que Felipe V era de la casa de los Borbones. Son 'fake news' de la historia que nos hemos comido con patatas durante años y años.
Estos ejemplos que les pongo pueden parecer simples, e incluso para algunos pueden resultar intrascendentes, pero nos sirven para entender por qué debemos, de vez en cuando, desaprender. Dar una vuelta a lo que sabemos o creemos saber y ver en qué punto nos encontramos. Hay que saber decir «me he equivocado», «esto no lo sabía», «pensaba que era de otra manera»... Así dejaríamos de buscar arcadias perdidas, soñar con imposibles y rememorar hechos que nunca ocurrieron y sobre los que hay quien incluso basa una idea de nación. Sé que esto no se lleva -sobre todo hoy en día, donde parece que uno debe ser experto en todo-, pero hay que hacerlo si queremos ser honestos y justos.
¿Es difícil? Sí. ¿Imposible? No. Además, ¿cómo vamos a aprender cosas nuevas, a sorprendernos, si ya lo sabemos todo? Menudo aburrimiento de vida.
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