Enfermos de odio
La vida está llena de ruido. El ruido que se provoca dedicando atención a cosas que no la merecen en absoluto
La vida está llena de ruido. Demasiado ruido. El ruido que se provoca dedicando atención a cosas que no la merecen en absoluto. Y a ... personas que tampoco la merecen. Sin embargo, lo hacemos. Les dedicamos tiempo y esfuerzo sin tener muy claro el objetivo.
Un día les comenté aquí, en estas mismas líneas, que la tristeza era (es) contagiosa, pero no solo lo es, me temo, este sentimiento o forma de estar en el mundo -ha llegado a tal punto de transmisión que creo que ya no es un simple estado de ánimo, sino algo más profundo y perturbador-, también otro tipo de emociones. Infames. Repulsivas. Indecentes en muchos casos. Como la envidia, la soberbia, el rencor, la rivalidad malsana, etc. Y no, no se trata de hablar aquí de pecados capitales, aunque bien podría si fuera el caso. Esto va más allá de cualquier creencia. Va del sentir y ser de una sociedad cada vez más enferma. ¿De qué? De odio.
Odio es una palabra terrible. Implica tantos malos sentimientos en solo cuatro letras que quizá por eso sea una de los términos más temidos del mundo. Odio que se transmite y contagia a una velocidad sin igual y por el que no importa mentir, humillar, pisotear y hasta matar. Odio que todo lo conquista y todo lo pervierte. Incluso la cosa más pequeña e insignificante. Todo.
Las personas que lo practican con ahínco, de forma general, tienen un nombre. Se les llama odiadores -en inglés, 'haters'- y los hemos normalizado, lo que es no solo triste, sino también muy peligroso en realidad, ya que esto lleva a la regulación de un comportamiento y por tanto su tolerancia y aceptación.
Luego, es cuestión de tiempo su imitación. Ejemplos tenemos muchos. Cada día más. Uno que me ha llamado mucho la atención es el de una chica que se va a presentar a un concurso de belleza. La joven dijo que leía mucho y que leía a Tolstói. Bien, el odio y los odiadores no se hicieron esperar. De todo le dijeron a la muchacha. Pero nada bonito.
¿De dónde sale tanto rencor? ¿Qué es lo que nos pasa como sociedad para aprovechar cualquier noticia, fotografía, vídeo, comentario para convertirnos en unos odiadores de la peor calaña? Sí, de la peor. ¿Acaso una joven no puede presentarse a un concurso de belleza y a la vez leer? Y leer buenos libros, además. ¿Y dónde estaban hasta ese momento tantos expertos en literatura? ¿Por qué Tolstói no es el autor más leído de esta región -lugar donde se produjo la notica de esta chica- si todo el mundo, al parecer, lo lee con fricción, con auténtica pasión a tenor de los comentarios vertidos? ¿Y por qué de repente la inteligencia de una persona se puede medir a través de una fotografía, una entrevista y una recomendación literaria?
No quiero ni imaginar lo que hubiera ocurrido si hubiera dicho que le gustaba leer, no sé, elijan un presentador que haya sacado libro o un famoso cualquiera.
Esto mismo también se hace con muchos otros temas. Políticos, sociales, con o sin importancia, más o menos cercanos. Da igual. En lugar de hacer críticas, se montan campos de batalla. Se construyen trincheras y se lanzan insultos. Qué tristeza. En qué mal lugar nos deja.
Una sociedad que utiliza el insulto como argumento, la mentira como tesis, el odio como explicación y lo emplea para todo.
Salud mental. Qué ironía. Somos cada vez una sociedad más cínica llena de odiadores profesionales que siempre tienen, como si esto fuera un western, la pistola cargada y presta para disparar. ¿A qué? ¿A quién? A cualquier cosa o persona. Odiadores de todo y de todos. En fondo, hasta de sí mismos. Enfermos de odio.
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