A ver si nos entendemos
Pero, hombres de Dios (y perdón por lo de Dios), todavía no os habéis enterado de que aquí, desde hace muchos años, tenemos una cuaresma ... laica, una navidad laica, un adviento laico, una pascua laica y unas procesiones laicas. Que la gente, en vez de decir amén, amen, dicen: comer, comer, beber, beber... «y todo paí palante», como también decía el viejo cura de Tresali. Me parece que los de la plataforma laica, aún no se han dado cuenta de que, en Gijón, como en todas partes de España y de Europa, los templos se han ido convirtiendo en una especie de panteones donde se cobijan ya solamente unos pocos viejecitos. Ahora, la gente deja de creer en Dios poco después de la primera comunión. Y es que, aunque haya todavía un catolicismo gótico alentado por algunos grupos conservadores que se exaltan cada día más, los jóvenes no tienen simpatía hacia las religiones como sistemas absolutos o dogmáticos. Ahora bien, los políticos, que también se han inventado muchas realidades virtuales, han montado la timba de una nueva imaginería sentimental, un juego leñero en el que crece un neo caciquismo más deforme que el de la Restauración. Todos esos sistemas que se autoproclaman libres, progresistas, laicos y democráticos, han aprobado increíbles restricciones de derechos a los ciudadanos de los que sacan más provecho que el que sacaban los clérigos del purgatorio. En todo caso, aunque la educación debe hacer ciudadanos y no feligreses, la religión es un hecho social trasmitido ampliamente a través de la cultura, y también puede ser un elemento genésico. Todo ello teniendo presente que cada cual debe ser libre para creer lo que le venga en gana. Lo que sí parece suceder es que la sociedad de nuestros días se aleja cada vez más de la Iglesia como institución de poder. Todos esos conceptos de poder sagrado, de derecho divino o canónico... han ido conduciendo hacia un despeñadero a una iglesia desacreditada (a veces injustamente) a un sindiós, como decían en castellano antiguo. Yo, personalmente, creo que ha llegado ya la hora de tener piedad del sacerdocio y de perdonar a la Iglesia sus desatinos históricos. No existe al día de hoy -y esto debería tenerlo en cuenta la alcaldesa de Gijón- ningún peligro de que la Iglesia vaya a ejercer un poder excesivo. Al contrario, con la tronada que está cayendo se necesitan cada vez más que nunca los servicios espirituales y sociales que puedan prestar los obispos, los curas y las monjas sin cobrar más que donativos voluntarios.
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