Epidemia de simpleza
Al margen de sus recientes disparates sobre el aborto, García-Gallardo no ha parado, desde que fue nombrado, de decir insensateces. Declaraciones siempre fuera de todo tono, corrección y educación (tanto social como política) respecto al que piensa diferente
El vicepresidente de la Junta de Castilla y León, Juan García-Gallardo, es una persona que no debería, a mi juicio, ocupar dicho cargo, aunque ... no me extraña que lo haga, porque hace tiempo que los méritos y la experiencia reales no cuentan o, al menos, no lo suficiente, y sí un currículum adornado.
Cuando a uno le tienen que operar de, pongamos, el corazón, necesita un buen especialista en cardiología. Si fuera posible, el mejor de todos. No se dejaría operar por, no sé, un higienista. Es de sentido común. Mejor alguien experto en todo lo referente a la dolencia que se sufre, preparado para tratarla y, si es posible, curarla. Pues esta lógica en política no sirve.
Entiendo que es algo que lleva años ocurriendo. Personas sin preparación, que sin haber nunca trabajado fuera del ámbito político, ascienden hasta conseguir cargos de responsabilidad para los que, realmente, no están capacitados. Gente cuyo único objetivo es... ¿Cuál es? Antes hubiera dicho el poder. Hoy no lo tengo claro, porque entiendo que más allá del poder, siempre atractivo y sin duda tentador, está la variable económica. Vivir bien del erario público con poco esfuerzo y mucho beneficio.
Les ponía el ejemplo del cardiólogo, pero podemos utilizar otros y en cualquiera de ellos lo que querríamos es que fueran auténticos expertos quienes nos dieran su opinión y una posible solución satisfactoria. Salvo en política, donde hemos decidido que eso, lo de la preparación, experiencia, formación, etc. nos da igual. Y digo 'nos' porque somos nosotros los que votamos. Los que decidimos elegir a unos u otros, olvidando si están preparados o si en el pasado pactaron con personas no solo de dudosa catadura moral, también de incierta valía. Una especie de epidemia de simpleza que está bastante generalizada. Si bien, hay casos, como el de este muchacho, que son de estudio.
Al margen de sus recientes disparates sobre el aborto, García-Gallardo no ha parado, desde que fue nombrado vicepresidente, de decir insensateces. Pueden poner su nombre en cualquier buscador y ver los resultados. Declaraciones siempre fuera de todo tono, corrección y educación (tanto social como política) respecto al que piensa diferente.
Y Dios. En estos casos, siempre está Dios presente, cosa que no deja de sorprenderme porque estamos en 2023 y siguen queriendo hacer leyes en nombre de Dios. Eso sí, un Dios muy particular. Uno que mira por los ricos, las clases altas y los patrimonios de algunos; y muy poco, al parecer, por los pobres y sus problemas. Pero esto de Dios es una discusión teológica compleja y con muchas artistas, en la que entran muchos aspectos y no es el tema que nos ocupa. No obstante, debía mencionarlo puesto que su uso (digo uso porque no tengo claro que realmente sea creencia) es algo muy extendido en muchachos jóvenes de determinada clase e ideología como García-Gallardo.
Y voy a acabar este artículo como lo empecé, pues creo en ello. Creo que este tipo de personas hieren a la política y las instituciones, porque anteponen sus propios intereses e ideas al bien del conjunto de ciudadanos al que representan. Porque Dios no sirve para todo. Porque un cargo político debería ser siempre el mejor en su campo y no lo que por desgracia, cada vez con más frecuencia, ocupa los sillones institucionales. Así, el vicepresidente de la Junta de Castilla y León, Juan García-Gallardo, no debería ocupar dicho cargo.
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