La eutanasia, contra la ecología humana
En democracia también las leyes son discutibles, porque las hay justas e injustas, mejores y peores. El debate social es un buen instrumento para distinguir unas de otras
JUan antonio martínez camino
Martes, 24 de agosto 2021, 22:05
Después del seminario sobre la eutanasia que he tenido el honor de dirigir en el marco de los Cursos de La Granda a mediados de ... agosto, se han levantado contra nosotros voces airadas que se califican por sí mismas. Pero también, alguna crítica algo más sosegada, como la de Luisa Carcedo, que merece una respuesta. Debo aclarar que, aunque su nombre aparece puesto en mi boca en la entrevista periodística de la que parecen tomar pie sus críticas, un servidor no la quiso mencionar ni a ella ni a nadie en sus respuestas.
La señora política asturiana se muestra sorprendida de que, en nuestro seminario, conocidos catedráticos de Derecho, Medicina, Filosofía y Teología, algunos de los cuales desempeñan además otros cargos en instituciones estatales, hayan criticado abiertamente una Ley «aprobada por las Cortes del Reino de España». Sin embargo, lo lamentable hubiera sido más bien que nadie lo hubiera hecho. En democracia también las leyes son discutibles, porque las hay justas e injustas, mejores y peores. El debate social es un buen instrumento para distinguir unas de otras.
En cambio, cuando los legisladores no escuchan a los más concernidos y competentes, es muy fácil que se promulguen leyes injustas, como ha sido el caso de la Ley de eutanasia 2021/3. El Comité de bioética de España, los colegios de médicos, asociaciones de personas con funciones diversas y otros muchos no fueron consultados. Se quiso imponer una ley que se sabía que contaba con el desacuerdo de todos ellos. No está, pues, nada mal que se siga debatiendo sobre ella. Habrá que acatarla como mero derecho vigente, pero, en su caso, será obligada la correspondiente objeción de conciencia personal o institucional, aunque la primera no esté clara y la segunda sea obviada en el texto legal. Lo bueno y urgente sería que la Ley fuera sustituida cuanto antes por una ley más amplia sobre la atención integral en las etapas finales de esta vida.
Por mi parte, no he dicho que sea una ley solo para los mayores, ni he entrado en si serán muchos o ninguno los herederos que vayan a mover a sus padres o abuelos a pedir la eutanasia, pero afirmo, como es obvio, que esa es una posibilidad indeseable que abre ahora la ley. Tampoco he dicho que sea solo la familia, ni menos solo la mujer, la responsable de cuidar a los mayores, sino que, al contrario, pienso que, por ejemplo, al Estado le corresponden, entre otros, los deberes de propiciar el desarrollo de los cuidados paliativos, la efectiva asistencia a la dependencia y hacer sostenible el sistema de seguridad social. También algo obvio, aunque descuidado.
Esta Ley supone un grave atentado contra la ecología humana. Si no se puede decidir impunemente cualquier cosa acerca de la naturaleza del planeta, tampoco sobre la naturaleza del ser humano. La palabra naturaleza no significa lo mismo en ambos casos. Pero también el ser humano tiene una naturaleza que ha de ser respetada. Ya lo decía Kant, no hace falta ser católico para poder entender que, por ser un fin en sí mismo, el ser humano no debe ser tratado como un medio u objeto, lo cual vale también para la persona respecto de sí misma. La dignidad es indisponible: no es digno renunciar a la vida, como no lo es tampoco renunciar a la libertad.
¿Falta de compasión? Ah, no: la persona verdaderamente compasiva padece con el que padece y le ayuda a no sufrir o a sacar lo mejor del sufrimiento. Pero nunca hará pensar a quien sufre que es mejor que se quite de en medio, ni pondrá su mano sobre él, aunque se lo pidiera. La falsa compasión deteriora la ecología humana; introduce un virus letal de insolidaridad en lo más delicado de las vinculaciones constitutivas de la naturaleza humana.
Más allá de la pura razón, aunque no en contra de ella, los católicos sabemos quién es el referente último de la red de vinculaciones en la que el ser racional se sabe dado e integrado: el Creador, origen de todo bien. Sabemos que la vida, incluso cuando la sentimos como un mal, no deja de ser un bien, pues no hay amor sin sufrimiento y éste, siendo un mal, no carece del todo de sentido. El amor del Dios crucificado y su compasión con los que sufren el despotismo de los poderosos de este mundo, del propio orgullo y de la muerte, ha convertido el dolor en camino cierto de redención y de vida temporal y eterna.
Con estas reflexiones no estoy avalando las encuestas sesgadas que sugieren esta alternativa: ¿Sufrimiento o eutanasia? Planteada así la cuestión, muchos preferirán la segunda. Pero la alternativa es falsa. Para el dolor la alternativa verdadera son los cuidados paliativos. La eutanasia, como nos dicen los mejores especialistas, no la pide nadie bien tratado con cuidados integrales.
Otra cosa son los jóvenes o los mayores que, sin necesitar cuidados paliativos, padecieran mucho simplemente por no querer seguir viviendo. ¿Se les podrá aplicar también a ellos la eutanasia? En el seminario de La Granda, algunos opinamos que la Ley sí lo permitiría. Así parece deducirse de una atenta lectura del Preámbulo de la misma, donde se dice: por eutanasia se entiende «la actuación que produce la muerte de una persona de forma directa e intencionada (...), a petición informada, expresa y reiterada en el tiempo por dicha persona, y que se lleva a cabo en un contexto de sufrimiento debido a una enfermedad o padecimiento incurable que la persona experimenta como inaceptable y que no ha podido ser mitigado por otros medios». Nótese que el texto va más allá de la enfermedad, añadiendo también la expresión más amplia de «padecimientos»; y que la medida del sufrimiento que justificaría legalmente la eutanasia no se remite a ningún criterio objetivo, sino a lo que «la persona experimenta como inaceptable».
Se trata, en todo caso, de una ley basada en una libertad desvinculada y autorreferencial; una libertad que propiamente no merece ese nombre, pues es ella la que ha sido y es causa de un lamentable deterioro de la naturaleza del Planeta y ahora del atentado homicida contra la ecología humana, que es la eutanasia.
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