La fiebre del negacionismo
El negacionista cierra los ojos a la realidad. En su intento desesperado (e inconsciente) de adaptación a una situación insólita, opta por ignorar
Aquella zorra imaginada por Samaniego deseaba tanto el frescor de las uvas que saltó hasta la desesperación para alcanzarlas, pero estaban demasiado altas, así que ... se fue con el rabo entre las piernas. Pero siempre hay un observador al acecho: un pájaro testigo (periodista o científico, da igual), que puede dar cuenta de la realidad. La zorra (herida en su orgullo) se siente en la obligación de explicar su fracaso, de ocultar su frustración. No merecía la pena alcanzar aquellas uvas, porque estaban rabiosamente verdes, dice la zorra, y se convierte así en negacionista. La zorra negó una realidad para ocultar una verdad incómoda. La reacción de la zorra tiene que ver con lo impulsivo, lo irracional. El negacionista cierra los ojos a la realidad, le da la espalda. En su intento desesperado (e inconsciente) de adaptación a una situación insólita opta por ignorar.
El negacionismo no es una actitud novedosa. Las cegueras frente a las evidencias, las respuestas paranoides ante situaciones inexplicables o las adhesiones a teorías conspirativas se han reproducido a lo largo de la historia. Los poderes religiosos se han distinguido especialmente como negacionistas ante las nuevas realidades, como ocurrió con las teorías heliocentristas de Copérnico, las de los numerosos mundos de Giordano Bruno, las de la circulación de la sangre de Servet o las evolucionistas de Darwin. Los negacionismos más recientes, referidos al holocausto, a la llegada del hombre a la luna, al cambio climático o a la propagación de algunos virus, como el VIH o el actual SARS-CoV-22, cuentan con seguidores.
En la actitud negacionista influyen numerosos factores, tanto individuales como sociales. Los psicólogos distinguen algunos, como el pánico a lo invisible o desconocido, o la rabia e impotencia ante la falta de herramientas efectivas para una lucha imprevista. Pero el factor principal, que da nombre a esta disposición del ánimo y del pensamiento, es la negación como mecanismo inconsciente de defensa. La negación es un proceso psicológico complejo puesto en marcha por nuestro cerebro para rechazar aquellos aspectos de la realidad que se consideran desagradables. El individuo se enfrenta a conflictos emocionales y amenazas diversas negándose a reconocer aspectos dolorosos de la realidad. El término negación psicótica se emplea cuando ya hay una total afectación de la capacidad para captar la realidad.
Con el mecanismo de la negación se activan estrategias de afrontamiento que reducen las consecuencias del acontecimiento estresante e intentan la continuación de la normalidad. No faltan, como prácticas de choque, las distorsiones o medias verdades, las premisas falsas, la tergiversación de los discursos contrarios o el manejo de argumentos contaminados con falacias de evidencias incompletas.
Existen otros factores causantes de la actitud negacionista, como la necesidad de explicar lo misterioso o la imperiosa exigencia de seguridad y control. La abundancia de información provoca desconcierto, ansiedad y un exceso de preocupación que puede desembocar en comportamientos obsesivo compulsivos. Una de las reacciones más propias del negacionista ante situaciones peligrosas de enfermedad o catástrofe suele ser el egoísmo. A mí no me pasa nada, luego los demás exageran, participan de una psicosis colectiva o son víctimas de una conspiración universal. Otro de los factores puede ser la desconfianza en el sistema, en las instituciones, en los gobernantes. Y no puede faltar la profunda ignorancia en algunas posiciones negacionistas. La ignorancia engendra en ocasiones más confianza que el conocimiento y, como ya decía Séneca, las personas con escaso conocimiento tienden a pensar que saben más de lo que saben.
Nuestro cerebro abre las puertas a falsas realidades, que penetran como vientos llegados de lejos en los engranajes neuronales que regulan las emociones, y esos aires corrompidos arruinan nuestra relación con el cosmos y nos empujan a un estado negativo de ansiedad, de miedo y de tristeza del que únicamente saldremos aplicando a esa puerta abierta por el viento inesperado los goznes de la reflexión y del sentido común y la cerradura del razonamiento.
En este río revuelto que atraviesa el mundo tiránico de las imágenes, no faltan los falsos negacionistas, que conocen bien la realidad, pero que salen a negarla ante los micrófonos por el deseo desesperado de la notoriedad. Son falsos negacionistas o negacionistas de oportunidad. Hay un proverbio judío que dice: 'Un necio bien puede tirar al agua una piedra que diez hombres sabios no podrán recuperar'.
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