Frío
Ante la época que se nos avecina y después de escuchar estos días a nuestro amado líder
Cuando escribes una columna quincenal, como es mi caso, a veces resulta difícil elegir, o centrarse en un solo tema. Últimamente suceden tantas cosas y ... tan rápido, y algunas de ellas tan delicadas o incluso sangrantes, que lo complicado es no disiparse y entrar a un único trapo, no confundirse de portería. El 11-S y las desventuras posteriores del Tío Sam y sus socios, nuestra calidad universitaria reflejada en el ranking de Shanghái, las mesas negociadoras por autonomías y las abismales diferencias entre españolitos... Los asuntos energéticos y nuestros ya diezmados bolsillos, las contradicciones, tomaduras de pelo y abusos ministeriales, el retorno del talibán y su cruel, denigrante y claustrofóbico burka... La verdad es que no hay por dónde empezar, por desgracia se nos acumulan calamidades y a veces vale más centrase en las muchas cosas buenas que a muchos de nosotros nos quedan y 'tirar palante'. Si algún día te sientes muy alicaído, me dijo una vez un amigo, coge lápiz y papel, escribe las cosas buenas que tienes en tu vida, y te darás cuenta de que, si las cuentas bien, no te cabrán en un solo folio. Qué razón tenía, qué fácil es dar por merecido lo positivo, y centrarnos a veces solo en lo que nos disgusta.
En todo caso, y puestos a elegir portería, la palabra que más me viene a la mente estos días es 'frío'. Frío ante la época que se nos avecina, el otoño y el crudo invierno, y frío como adjetivo, equivalente a desalmado o implacable, vista la actitud de algunos de nuestros gobernantes ante los problemas que tanto nos angustian en los últimos tiempos. Respecto al desagradable y perjudicial frío invernal, está claro que en los próximos meses vamos a tener tema de conversación para rato, y nos vamos a convertir en calculadoras andantes de vatios/hora, términos de potencia, tasas y demás secretos energéticos de básica supervivencia. Las políticas medioambientales de nuestro país, tan vanguardistas, tan verdes y tan artificialmente demagógicas, nos condenarán a meternos donde nos quepa ese dedo índice con el que solíamos encender nuestros radiadores, calderas o estufas. En mi caso, como soy zurdo, el izquierdo. Qué tiempos aquellos, en los que podíamos entrar en calor sin tener que echar a correr. El que pueda correr, claro. Los demás, es decir la gente mayor, los niños, o la mayoría de ciudadanos que van con sus cuentas ya apretadas, podrán utilizar sus índices para apuntar con ellos a quien crean culpable de su tembleque, pero para poco más. Para colmo, tenemos a nuestro país vecino hacia el norte apuntándonos a nosotros con su 'doigt', como espejo de nuestro batacazo. En Francia han optado por soluciones energéticas más realistas, menos audaces, pero pensando en sus gentes y en su razonable bienestar. Y mira tú por dónde, ahora resulta que hay cada vez más expertos en materia medioambiental que les dan la razón, y que proponen la energía nuclear como alternativa de futuro limpio. Pero bueno, esto para otro día. El caso es que el frío significa tristeza, miseria y abandono, y más aún en tierras húmedas como esta, en las que aparece el horrible moho, las goteras, y el confort se tiñe de negro y verde. Qué faena, por no decir otra cosa. Primero nos meten en casa, y ahora no podremos estar en ella, al convertirse en nevera.
El otro momento en el que me asalta la palabra 'frío' es después de escuchar estos días a nuestro amado líder, el presidente de todos los españoles, pagado inocentemente por todos ellos, en su reciente balance sobre la vacunación anticovid. Es posible que 'frío' sea una forma muy generosa o benévola de referirse a este cargo público, pero dejo para cada uno y para su círculo de confianza el pleno desahogo personal ante tal miseria. Que un presidente de gobierno de un país medianamente civilizado nos diga que ha tenido la generosidad de vacunar incluso a la gente que no le vota, como hemos tenido que oír estos días, es un espectáculo inimaginable hasta ahora en nuestra querida España, al menos en tiempos de paz, es decir en los últimos ochenta años. Ni el más mezquino de nuestros dirigentes se hubiera atrevido a vanagloriarse por no haber aplicado un 'apartheid' sanitario ante un virus que mata. Hay que ser muy mala gente, tener una mente muy retorcida, e incluso diría que muy poca inteligencia, para hacer esa reflexión, y qué decir para soltarla en alto y en público. Me parece inaudito, el colmo de los colmos, tener que oír estas cosas en esta fingida sociedad cuasi-perfecta que algunos nos quieren vender. Pero, he de admitirlo, me temo que aquí nos hemos topado con todo un campeón, un adalid de la empatía, un nuevo y desconocido fenómeno mundial. Un político que tan pronto se inventa una inexistente comisión de expertos en medio de una pandemia mortal, como te espeta impertérrito que la justicia es él, y luego se sube a 'su' avión para ir a menear el esqueleto con los Killers. Un 'killer' en sí mismo. Ríete tú del gran Clint Eastwood en sus buenos tiempos. Un nuevo Pedro Navaja, aún más frío que el tan magníficamente entonado por Rubén Blades, con más 'tumbao' del que tienen los guapos normales al caminar, más sonrisa de medio 'lao' pero sin diente de oro, y las manos siempre dentro del gabán 'pa' que no sepamos en cuál de ellas lleva el puñal. 'La vida te da sorpresas, sorpresas te da la vida'.
Un Pedro Navaja que, por lo que parece, nos va a dejar a todos estupefactos, boquiabiertos, y helados.
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