'Ghosting' (o si te he visto...)
Desde que nos comunicamos a través de las redes y la mensajería, dicen, hemos dejado de tener relación con los que nos rodean. Y eso conduce, además del inevitable a la idiotización, al individualismo, a la falta de empatía con los próximos
Siempre tratamos de encontrar culpables de todo lo malo que nos pasa y las tecnologías suelen llevar todos los números del sorteo. Son culpables de ... nuestra progresiva (y veloz) deshumanización, del modo en que vamos perdiendo contacto con la realidad a fuerza de instalarnos en la virtualidad. No les digo nada cuando se haga habitual lo del metaverso, que los que andamos enredando con palabras pensamos, con nuestro proverbial candor, que igual era algo relacionado con la literatura y la poesía la primera vez que oímos tal nombre. Desde que miramos los móviles hemos dejado de leer libros, dicen, como si no se hubiera dicho hace años que desde que veíamos televisión habíamos dejado de leer libros, y antes, que el cine iba a hacer que dejáramos de leer libros. Desde que nos comunicamos a través de las redes y la mensajería, dicen, hemos dejado de tener relación con los que nos rodean. Y eso conduce, además del inevitable a la idiotización, al individualismo, a la falta de empatía con los próximos.
Lo último que se le achaca a las perniciosas nuevas tecnologías (o lo penúltimo, porque esto es un no parar) es lo del 'ghosting', que por si hay alguien que aún no sabe qué es, consiste en desaparecer sin más, un si te he visto no me acuerdo de toda la vida, pero en versión tecnológica. Uno tiene una relación con otra persona y por lo que sea decide terminarla, y en lugar de pronunciar la temida frase de 'tenemos que hablar' y enfrentar la situación explicando que ya no, se limita a esfumarse. Como nuestras comunicaciones están presididas por la mensajería y (cada vez menos) por las llamadas, se trata, simplemente, de no responder. Lo de no coger el teléfono, lo de no contestar a los mensajes. Y al principio, como la otra persona la mayor parte de las veces ni se huele la tostada, llega a cundir el pánico: esa falta de cualquier tipo de señal puede obedecer a múltiples causas, desde que el desaparecido haya sido secuestrado por un comando de una remota república exsoviética, a que se haya desnucado en la bañera, lo hayan abducido los extraterrestres o esté sufriendo un episodio de amnesia. Cualquier cosa menos lo evidente. Pero llega el momento terrible en que uno (o una) habría preferido cualquiera de las descabelladas opciones: ese instante en que sí hay señales de vida, porque los mil quinientos mensajes de preocupación que se le han enviado de pronto aparecen con el doble check azul, y resulta que sí que los ha leído, pero simplemente no contesta, te deja en visto, que es una de las formas que ha llegado a catalogarse de violencia pasiva. Y publica sus movidas y sus selfies y sus historias en las redes, pero no responde, simplemente te ignora y ya está. Y todo es culpa, dicen, de que las tecnologías favorecen ese tipo de comportamiento que propicia la cobardía, el desprecio, que hunde a quien lo sufre, que condena a la humillación a quien se queda sin entender nada y sin saber por dónde le viene el aire.
Pero no, no son las tecnologías. Si acaso, de buscar un culpable, tal vez esté en el éxito de las campañas para bajar el número de fumadores. Los que hoy hacen 'ghosting' son los que hace décadas se iban a comprar tabaco.
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