Gijón, a menos y a más
En este truculento año que termina, Gijón, la ciudad más vivible de Asturias, y, a mi parecer, la más insustituible, se despuebla. Vamos a menos ... en natalicios. Se ve que el personal lo hace más pero -como diría Umbral- «se empreñan menos mujeres».
Sin embargo, a pesar de que el padrón disminuye, la ciudad y su concejo se llena de proyectos de futuro, de esperanza y buenos augurios para este próximo año. A saber: recuperar la economía, ayudar a los colectivos más castigados, luchar contra la contaminación, dejar el Piles limpio como los chorros del oro, desarrollo sostenible, buena comunicación entre Ayuntamiento y vecinos, ejemplaridad municipal y mejora del medio rural. Todo eso y más es lo que anuncia la Corporación.
Pero, así y todo, otra vez, (los que llegamos a san Silvestre cargados de años), nos pondremos un poco tristones a las puertas de enerón; ese mes podador, de entierros tempranos, que es algo parecido a la cuesta de un Col de Turmalet. Yo, que quieren que les diga, me despediré del año en medio de una borrachera bíblica (como la de Noé) con el champán que siempre me regala por estas fechas mi amigo el grande, genial y humilde escritor carbayino/gijonés Luis Fernández Roces. Luego, mirando las fotos del artista candasín Alberto Feijoo Ibaseta', nieto de Leonor 'la Palancana, que no sé quién me las manda; fotos de mar y cielos atardecidos, de nieve y montañas asturianas, volveré a regresar al alero de la infancia amortiguando por un rato las tristezas que los adultos, ya viejos, llevamos a cuestas.
Y es que, a la nieve, a la mar y a las montañas las miramos siempre desde el niño; algo así como si todo se hubiera descolgado del cielo y este barrizal de la vida desapareciere y quedaras con tus ojos de antes, ojos infantiles poblados de rostros familiares.
Pues eso, estimados lectores, que, como cantaban los Caracas Boys: «Se va el caimán, se va el caimán. Se va pa la Barranquilla».
Pues que se largue con la mala sombra de este desgraciado y cruel año, tal vez uno de los peores de nuestra vida, que ha llevado por delante a tantos miles de personas. Queda todavía que destripar el racimo y brindar con el cava por un feliz 2022. O mejor que con el cava (seguramente catalán), brindar con la sidra champanada de nuestra querida y bella y sufrida tierra asturiana. ¡Chin, Chin! Y buena suerte.
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