Los que ya no vuelven
El pasado fin de semana habrán podido disfrutar en las páginas de EL COMERCIO de Oviedo de un maravilloso reportaje sobre esos negocios señeros de ... esta capital que nos acompañan hace un siglo y que se encuentran con un obstáculo fundamental para su continuidad, la ausencia de relevo generacional.
Joyerías y tiendas de lanas, establecimientos hosteleros y librerías o papelerías, llevan dando vida a esta ciudad tantos años que el paisaje urbano, sin ellas, no es nada. Y ahora, cuando el siglo XXI nos amenaza con la Inteligencia Artificial que nosotros mismos creamos, resulta que no hay nadie que siga sus pasos.
Hace años, un negocio familiar daba precisamente para eso, para alimentar a una familia, sacar un sueldo, garantizar que los hijos estudiaban, sacrificar miles de horas tras un mostrador, pero conocer y ayudar a todos los del barrio y por ello, a la ciudad completa.
Todo eso cambió cuando la legislación, que afirmaba querer garantizar derechos, se convirtió en un enemigo, y cada pequeña reforma de los negocios conllevaba una burocracia inasumible, un coste insoportable y una gestión infernal. Después se decidió que el autónomo era un enemigo del Estado y se le infligieron impuestos desde que cogía oxígeno a la mañana hasta que llegaba exhausto a la noche. Y eso acabó de rematar lo que hacía años había dejado de ser una fiesta.
Y los que están se quedaron, pero los que vienen se niegan a repetir el calvario de la generación anterior, sacrificar su vida personal, trabajar 96 días al año para pagar impuestos, y ver que el resultado es cada vez más escaso en la caja. Y por eso no habrá futura generación, y por eso nuestro centro urbano cada vez tiene más carteles de inmobiliarias, y cada negocio que cierra es el final de una historia de amor, de amor con la ciudad, un pequeño fracaso.
A modo de ejemplo, a mayor abundamiento de los que ustedes vieron este fin de semana, la asociación Oviedo Redondo homenajea el próximo jueves a tres históricos del barrio, Paco 'el del Chicote', Waldo de La Barrina y Ana de Papelería San Antonio. Representan esa vieja guardia que conocieron madrugadas y atardeceres tras su negocio y que saben que nunca volverán esos tiempos.
En lugar de castigar con impuestos y burocracia, en lugar de inspeccionar perennemente y sospechar siempre, quizá nos tocase alguna vez un gobierno que incentivase y ayudase, que fomentase y creyese, que actuase en lugar de hablar con vacuos términos inefectivos.
En caso contrario, la semana que viene, tendrán otro local vacío en su barrio.
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