¿Protestas del profesorado o crisis de la 'vía asturiana para el bienestar'?
Es posible que las recientes protestas del profesorado universitario sean síntoma de algo más profundo que un justificado descontento con sus condiciones de trabajo. Podríamos ... estar asistiendo al inicio de la crisis de lo que podríamos llamar la 'vía asturiana para el bienestar'.
El propio presidente del Principado insistió, durante las negociaciones con la representación de los docentes, en las limitaciones presupuestarias para atender sus peticiones. Algún problema hay cuando el gobierno asturiano ha recibido alertas desde la Airef por el riesgo de superar el tope de gasto.
¿Qué está pasando? El gobierno del Principado aporta en su web un histórico a 20 años de la evolución presupuestaria. Quizá fueran más precisas las liquidaciones, pero para lo que nos ocupa, sirven. Desde 2010, que fue el de presupuesto más elevado previo a los recortes presupuestarios que puso en marcha el gobierno Zapatero en mayo de aquel año, y hasta 2023, último ejercicio para el que hay datos disponibles, el gasto presupuestado subió, en términos reales (descontada la inflación) un 3,7%. Gracias, en parte, a los programas 'Next Generation' y a los fondos para la transición energética. Pero la partida que más subió es la de amortización de la deuda, hasta los 643 millones, un 206%. Si la descontamos, el gasto efectivo, las prestaciones que recibe a día de hoy la ciudadanía asturiana, ha caído casi un 10% respecto al de hace 15 años.
El desglose del gasto por capítulos ofrece algunas tendencias esclarecedoras, que explican buena parte de la insatisfacción de trabajadores y usuarios.
La única partida que crece con claridad es la de Bienestar, un 31%. Y, en particular la de Servicios Sociales, que lo hace en un 60%. Sin embargo, el 'XXV Informe de Atención a la Dependencia', así como los datos del SISAAD, en los que se apoya mayormente el Informe, demuestran que la ratio de gasto en Dependencia por habitante, por ejemplo, es muy baja, unos 2/3 de la media nacional. Lo es también la tasa de personas atendidas. Por el contrario, las listas de espera para entrar en el sistema están entre las más nutridas. Comparados con la media nacional, casi todos los indicadores del sistema han empeorado en estos últimos años. Disfrutamos, sí, de una amplia carta de prestaciones. Pero ello no implica que esté bien financiada.
El gasto en salud crece un magro 1,2%, pese a que la población mayor de 65 años, principal usuaria del sistema, lo hizo en un 13,7%. Corre el mantra de que el gasto en salud en Asturias es de los más elevados de España. Siendo cierto en relación a la población, no lo es si tomamos sólo a los mayores. Quizá este dato y su evolución expliquen, siquiera en parte, el creciente deterioro de la atención sanitaria, que el usuario percibe a través de las listas de espera.
Todas las demás partidas caen, en especial las relacionadas con la inversión. El caso de las carreteras (-49,2%, quizá mayor aún si vamos a las liquidaciones) o transportes (-19,3%) son palmarios. Basta utilizar nuestras infraestructuras para apreciar el deterioro sufrido a lo largo de estos últimos años, hasta el punto de hacerlas peligrosas.
Capítulo aparte merece el rubro destinado al gravísimo problema del acceso a la vivienda, que hasta 2022 había caído un -56,3%. El incremento de gasto a partir de 2023 la deja en un -6,6%. Una merma que quizá explique por qué el Observatorio del Ministerio de Vivienda señala que el parque de vivienda pública en Asturias redujo su número de unidades desde 10.464 a 8.817 sólo en el último quinquenio.
El presupuesto para educación no universitaria desciende un -5,9%. Puede parecer lógico, por el estrechamiento de la pirámide demográfica. Pero el alumnado no universitario sólo decrece, desde el curso 2013-14, en un -3,4%, menos que el presupuesto, tal y como apunta 'Datos y Cifras del Curso 2024-25', editado por el Ministerio de Educación.
Llaman especialmente la atención partidas como la de Ciencia que, pese al incremento sufrido desde 2019, sigue siendo un 36% inferior al de 2016. Mención aparte merece el capítulo de promoción económica: cae un -2,2%, con la inversión en empresas públicas o las ayudas a las privadas casi desaparecidas en favor del subepígrafe 'Trabajo y ordenación de las Relaciones Laborales' y, desde 2022, a 'Minería y Energía' que pasa de la nada a 105 millones, 1/3 del total, seguramente al amparo de la transición energética. Sin esta última partida, la promoción económica registraría una caída del 35%.
En definitiva, hay un incremento constante del gasto corriente –prestaciones– en detrimento de la inversión. O, por decirlo de otra manera, el sin duda imprescindible gasto, sobre todo en nuestros mayores, crece en detrimento de la inversión en empresas, infraestructuras y tecnología. O en la juventud asturiana. Los presupuestos priorizan, crecientemente, el presente frente al futuro.
Y el presente ofrece síntomas de un deterioro en la calidad de las prestaciones, sean en el sistema de salud o en dependencia (también educación o vivienda). Seguramente no es ajeno a ello que todas ellas crecen por debajo de las necesidades o bien de la media nacional, con el consiguiente deterioro, siquiera comparativo, de los servicios. Y todo ello, ojo, con tipos impositivos entre los más elevados del país.
Podemos ser optimistas y creer que la inmutabilidad de la bonanza recaudatoria de los últimos años, explicable en parte por la no deflactación de tipos en tiempos de inflación, solucionará el problema. Sin embargo, las previsiones económicas, como las publicadas estos días por BBVA Research, apuntan a un menor crecimiento, especialmente en el caso de Asturias. El contexto internacional apunta a la incertidumbre y a un rearme que obligará a sacrificar otros capítulos de gasto. Y el nacional, aun asumiendo un cambio de gobierno en Madrid, apunta a que cualquier cambio en el sistema de financiación tenderá a privilegiar a las regiones más ricas, entre las que no está Asturias.
Todo sugiere, por tanto, que las protestas de junio no son sino el preludio de una ola de agitación en un sector público asturiano crecientemente asfixiado por unas demandas que crecen en mucha mayor medida que los recursos. Y sin apenas margen para subir la imposición, porque el problema es de las bases imponibles. Queda por ver si a lo que nos enfrentamos es a una especie de reestructuración como la que sufrió nuestra industria durante los años 80 y 90 del siglo XX. Y, sin duda, ambas crisis están relacionadas: una es consecuencia de la otra; de una economía en declive y sin visos de dejar de declinar. Pero si la industria era 'prescindible', no lo son la mayor parte de los servicios públicos, cuya desmanda estimula la decadencia. El problema se agrava cuando hay áreas, como la vivienda pública, en las que urge crecer para generar una oferta mucho más amplia que la actual. Llevamos años hablando, sotto voce, de la reforma del estado del bienestar y del sector público en general. Cabe pensar si esa reforma va a empezar, como la industrial, justo por Asturias.
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