No sé cómo puede haber gente a la que no le guste un deporte que es capaz de tenerte 84 minutos sufriendo frente a una ... pantalla y, en apenas 6 minutos, te haga ser la persona más feliz del mundo. Sobre todo, para los que ya se nos considera adultos y dejamos salir al niño que llevamos dentro generando miradas de vergüenza e incomprensión.
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Corrí y grité por el pasillo como si ya estuviéramos salvados. No celebraba un gol con tanta intensidad desde el ascenso. Y, quizá, todo lo que salió de mi cuerpo no fue otra cosa que la frustración acumulada durante las últimas jornadas. Primero porque por momentos el equipo ha mostrado buenos minutos, segundo porque por fin Rondón se estrenaba como goleador en el Real Oviedo y tercero por Paunovic. El fútbol estaba siendo muy injusto con el serbio. Y, aunque el calendario no pueda servir como excusa porque hay que intentar ganar a todos, en su expresión corporal podía ver la frustración del que trabaja sin descanso, pero no obtiene resultados.
Por eso las lágrimas de Aarón, que conoce mejor que nadie lo que sucede en ese vestuario, representan el alivio de un equipo dispuesto a morir por salvarse y el sentir de una afición que, tan acostumbrada a sufrir, por fin recordó cómo era ganar fuera de casa en la élite del fútbol. El sábado a las 14:00 el Tartiere debe de ser una caldera. No importa que la hora no ayude. Nunca nos superaron las barreras cuando se trataba de animar a nuestra gente. Menos lo serán ahora que ansiamos seguir viajando por Primera hasta que la muerte nos separe.
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