¿Qué está pasando con los alquileres?
Encontrar un piso es misión imposible. Hay listas de espera y los escasos propietarios que se animan a alquilar te piden el contrato de trabajo, certificados bancarios, la declaración de la renta, el libro de familia y varias mensualidades en calidad de fianza
El alquiler está por las nubes. En los últimos años ha subido un sesenta y cuatro por ciento en Asturias, casi el triple que la ... inflación. Encontrar un piso es misión imposible. Los pocos que salen al mercado se alquilan en un plis plas. Hay listas de espera y los escasos propietarios que se animan a alquilar te piden el contrato de trabajo, certificados bancarios, la declaración de la renta, el libro de familia y varias mensualidades en calidad de fianza. Y no me extrañaría que cualquier día empiecen a pedir un reconocimiento médico y una analítica para ver el colesterol del aspirante a arrendatario... Aun así, son unos valientes, todo el mundo sabe que, aun con todo eso, te la pueden jugar y puedes verte con un inquilino moroso al que no vas a poder desahuciar o, en el mejor de los casos, te llevará varios años conseguirlo entre que la Consejería de Servicios Sociales dictamina sobre su supuesta vulnerabilidad y se produce finalmente el lanzamiento y desalojo.
Todo ello ha llevado a que la oferta de alquiler en Asturias caiga casi un treinta y cinco por ciento en un año y un cuarenta y seis en Oviedo sólo en lo que va de año. Mientras tanto, la demanda de pisos sube casi un veintidós por ciento.
La causa hay que buscarla en décadas de intervencionismo en el sector de la vivienda, agravado tras la pandemia, que ha sido la excusa perfecta para que los gobiernos entren «como elefantes en la cacharrería» a poner patas arriba el mercado con sus asfixiantes regulaciones, las cuales, pretendiendo supuestamente proteger al inquilino, han acabado ocasionando el efecto contrario. A los decretos pandémicos vino a sumarse la nefasta Ley de Vivienda de mayo de 2023, que puso la guinda a esta tormenta perfecta que se ha desatado o más bien que intencionadamente han desatado, porque todos sabíamos exactamente lo que iba a ocurrir. Es decir, estamos ante una mastodóntica crisis del alquiler provocada intencionadamente por el gobierno socialista quien, en su afán por crear nuevas alarmas sociales que justificaran una mayor intromisión en la economía, se ha aplicado con entusiasmo a la tarea. Es la famosa táctica de crear un problema allí donde no lo hay para luego aparecer como salvador. Cosa que, por cierto, no suele funcionar, ya que las soluciones planteadas para resolver el problema creado artificialmente siempre acaban por agravar la situación de inicio.
Las causas hay que buscarlas en décadas de intervencionismo en el sector de la vivienda, agravado tras la pandemia
Y así, lo que han conseguido es que miles de propietarios asustados hayan retirado sus inmuebles del mercado del alquiler convencional para refugiarse en el vacacional o simplemente tenerlos vacíos antes que arriesgarse a que el inquilino decida no pagar y no lo pueda echar. Igualmente sucede con la inversión en obra nueva destinada al alquiler: en la primera mitad del 2024 se ha derrumbado un cincuenta y cinco por ciento interanual. En resumen, se han cargado el mercado del alquiler y lo han hecho a sabiendas y a conciencia porque, como suelo decir, comunistas y socialistas serán malos, pero no tontos.
Su objetivo ahora es que la situación se degrade aún más, que el colapso del sector del alquiler degenere en una psicosis colectiva que les permita pasar a la siguiente fase, dar otra vuelta de tuerca más. Quieren llevarnos a una situación tal que la gente acepte de buen grado la incautación masiva de viviendas con el fin destinarlas a 'alquiler social'. Y ese momento, queridos lectores, será el fin de la democracia, porque no hay democracia ni prosperidad allí donde no hay propiedad privada. El ¡exprópiese! es el último graznido o canto del cisne de la democracia.
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