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Hace unos días se celebró en Pekín la primera media maratón entre humanos y máquinas. La carrera se iba a celebrar el pasado 13 de ... abril pero se postergó debido a los fuertes vientos de ese día (la Naturaleza se rebela contra las máquinas, bromeo). Los requisitos que tuvieron que cumplir los robots eran: locomoción bípeda, que no tuviesen ruedas, posean aspecto humanoide y cuya altura esté comprendida entre los 0,45 y los dos metros.
El evento me recuerda otras competiciones entre autómatas y humanos. Cómo no recordar la mítica partida celebrada en Nueva York en 1997. El campeón del mundo de ajedrez, Gari Kaspárov, se enfrentó contra Deep Blue. Aquella máquina de IBM dotada con 32 procesadores en paralelo de silicio podía calcular unos 200 millones de jugadas por segundo, dio dos jaques mates y recibió uno en las cinco jugadas. Más próximo en el tiempo encontramos un proyecto de 2018, también de IBM, denominado 'Proyecto Debater', que enfrentaba a un robot tertuliano que utilizaba Inteligencia Artificial (IA) y capaz de participar en debates con personas. El robot manejaba la retórica, mostraba capacidad de razonamiento y análisis, e incluso bromeaba. 'Proyecto Debater' era corporalmente una columna negra, semejante a una televisión alargada y tenía voz femenina, parecida a la de las asistentes Siri o Alexa. Debater se retó contra Harish Natarajan, graduado en Oxford y Cambridge, el hombre que había ganado más campeonatos de debate del mundo. Ganó Natarajan. La victoria se la otorgó un jurado de acuerdo a unos criterios que valoraban quién cambiaba la opinión de más gente del público. La cuestión planteada fue: ¿El Estado debe subvencionar la educación preescolar? Proyecto Debater defendía el sí y Natarajan rebatía, argumentando a favor del no. Triunfó el humano debido a que poca gente del público creía que el Estado debe subvencionar la educación de los más pequeños, por eso tuvo una victoria fácil. Ahora bien, dependiendo del tema planteado, los humanos tenían problemas para rebatir a 'Proyecto Debater', programado para buscar los mejores argumentos para defender su tesis. Su base de datos incluía 10.000 millones de frases, 400 millones de artículos y gestionaba en minutos más de 25 archivos de esa magnitud, obtenidos de periódicos y revistas científicas. La diferencia en cuanto a la capacidad de información era abrumadora entre el humano y el robot. 'Proyecto Debater' podía argumentar con estudios hechos en la Universidad de Melbourne o Duke y podía citar a personas expertas en el tema de manera literal. Ante ese aluvión de datos, Natarajan argumentaba más hermosamente pero sin citas adecuadas; Debater nunca superó el tiempo marcado, Natarajan, siempre. Del mismo modo, podíamos citar otras competiciones entre humanos y maquinas en el juego del Go o Starcraft.
Estas contiendas entre humanos y robots muestran que para comprendernos a nosotros mismos en el siglo XXI ya no basta con compararnos, como lo hicimos en tiempos pasados, con los dioses y los animales como límites superior e inferior. Ahora, en el juego de las comparaciones tendremos que cotejarnos también con las máquinas. Y es aquí dónde estriba la cuestión. ¿Tiene sentido que el creador se comparé con su obra? La respuesta es sí. Desde el momento en que la mayoría de las preguntas que le hacemos al mundo tienden a resolverse entre la superficie de contacto de nuestros dedos con el teclado de las computadoras y la percepción que nos muestran las pantallas. Por eso, tenemos que revisar las categorías con las que pensábamos el mundo hasta hace poco y abrirnos a un nuevo análisis teórico, allí donde las categorías que utilizamos estén en un claro desfase teórico respecto de los fenómenos que intentamos comprender ahora.
La antropología, en tanto en cuanto, estudio del ser humano y sus obras, debe complementarse con otras ciencias y otros temas con los que está relacionada. No quedar constreñida a los aspectos que conciernen al desarrollo y la evolución del hombre como organismo animal, el origen de las razas y otros aspectos propios de la Antropología Física. En el campo de la antropología ya se incluyen los criterios de diferenciación entre lo que es la Antropología Social, Etnología y Antropología Cultural, cuyo tema central de esta última es el estudio de la evolución cultural y social de la humanidad, desde sus orígenes más remotos hasta nuestros días. Contiene además el análisis de la situación y de las tendencias existentes en la actualidad, que prefiguran el desarrollo futuro, el curso y la dirección ulterior de la evolución. Es en ese sentido en el que debería ampliarse el campo de reflexión de la antropología al estudio de los procedimientos ideados por el hombre para enfrentarse a su medio natural y su contexto social. Es ineludible establecer una nueva rama que sería la Antropología de la Robótica. Esta no consistiría en un estudio sistemático de los robots, como la Antropología ha hecho con los seres humanos en todas sus dimensiones. Se trataría, más bien, de reflexionar en el carácter disruptivo de los agentes dotados de Inteligencia Artificial y sus aplicaciones en los diferentes ámbitos de la actividad humana. Disponer a nivel teórico de una Antropología de la Robótica como un proceso transversal de análisis de las relaciones emergentes entre los humanos y los robots en todos aquellos ámbitos de la vida en los que interactuamos. No tendría que ver sólo con los retos mencionados al principio del artículo, como partidas de ajedrez, debates y maratones como el de Pekín, sino con algo mucho más cotidiano como es el cuidado de las personas mayores, de niños o incluso de robots sexuales. Es un momento ideal para que nos replanteemos cómo administramos este progreso tecnológico en el que la robótica transformará las relaciones humanas. En ese sentido, la necesidad de abrir una reflexión teórica viene dada por la integración de los robots en una cotidianeidad innegable. No debemos aceptar cualquier tipo de tecnología sin reflexionar sus consecuencias que pueden ser muy serias. En definitiva, es insoslayable discutir los problemas antropológicos, éticos y políticos que conlleva una vida robotizada.
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