La suerte está echada
Ya está el verano en funcionamiento, y Gijón, que conoce bien los cielos del norte, este año tiene sobre la ciudad un azul y una ... mar casi siempre con bandera verde y amarilla. Alumbra julio, mes que lleva el nombre en honor de Julio César, dictador romano, asesinado en el foro por los senadores con navajas cachicuernas que, como entonces, brillan ahora dentro y fuera de los partidos. El CIS, moderno colegio de los etruscos, examina cada poco las entrañas del país y dice que el bipartidismo se ha resquebrajado. Son, pues, días temblorosos y líricos estos que se aproximan. En la escena de Gijón y de toda España han ido desapareciendo, y van a seguir haciéndolo, grandes autores. También el escenario, el telón, las luces, las bambalinas y hasta la concha del apuntador. La función continuará, claro, porque hay casi cincuenta millones de espectadores entre la platea y el gallinero. Pero todavía no sabemos qué obra se va a representa: ¿Numancia? ¿Fuente Ovejuna? ¿Bodas de sangre? ¿La casa de Bernarda Alba...? Llegarán nuevos personajes al retablo del poder, aunque los últimos caídos por Dios y por España no se conocerán hasta el 23 del presente.
Sí sabemos que la política es el paraíso de los embusteros, y que las mentiras son muy útiles para los que gobiernan. Pero si los humanos creyeron trolas tan estúpidas como que la burra de Balaam hablaba con elocuencia o que caían las murallas de Jericó al son de las trompetas o que la tierra era plana y que el sol circulaba alrededor de ella ¿cómo no vamos a creer a nuestros líderes políticos de uno y otro signo? Claro está que en esta dichosa vida cada cual se engaña como puede. Para eso se inventaron los libros de caballería. La verdad es que no se puede vivir sin creer en algo, aunque sean en los prestidigitadores. Ya lo dijo Calderón: «Qué es la vida? Un frenesí, una ilusión, una sombra, una ficción; y el mayor bien es pequeño. Que toda la vida es sueño. Y los sueños, sueños son».
Lo que sí se constata cada día es que hay incontables pijos globales. Que el mundo, salvo contadas excepciones, está regido por un atajo de idiotas llenos de estupideces peligrosas que lo están llevando hacia su destrucción, y que se hace necesario pensar dos veces si muchos de los políticos están en su sano juicio. Ojalá que en las próximas elecciones cada urna no se convierta en una caja de serpientes.
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