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Cuando en 1974, el economista estadounidense Arthur Laffer (Ohio, 1940) garabateó un gráfico en el mantel de tela del restaurante Two Continents de Washington, los ... dueños del mismo no sospechaban que eso les haría saltar a la fama. Ahora, medio siglo después, dicho mantel o servilleta está expuesto en el National Museum of American History y aquel gráfico representa una de las ideas más diáfanas e influyentes en el pensamiento económico del último medio siglo. Dicho gráfico, que pasó a la posteridad como 'La Curva de Laffer', representa una 'U' invertida y expresa la evidencia empírica y matemática de que hay un punto de presión fiscal que maximiza la recaudación fiscal. Es decir, su idea no defiende ni subir ni bajar los impuestos, sino el hecho de que no todo aumento de presión fiscal conlleva mayor recaudación fiscal. En efecto, a la izquierda del máximo de dicha curva, subiendo los impuestos se puede aumentar la recaudación y a la derecha del máximo de dicha curva, bajando los impuestos también se puede aumentar la recaudación fiscal.
La idea de Laffer, uno de los padres de la 'Supply Side' denominada 'Economía de la Oferta', caló hondo en los denominados 'reaganomics', círculo poderoso del que fuera presidente republicano Ronald Reagan, y supuso una idea iconoclasta en un mundo en el que había países como los escandinavos, en los cuales se llegó a grabar con un 90% de tipo marginal los últimos ingresos obtenidos por un contribuyente. Bajo el mandato de Reagan, se redujo el tipo marginal del 73% al 28% y la británica Margaret Thatcher lo redujo del 83% al 40%. Después, el mandato de Reagan dejaría un gran déficit, entre otras cosas por conflictos bélicos, lo cual parecería poder indicar que no supieron calcular el punto clave en dicha 'Curva de Laffer', pero hay que tener en cuenta que la realidad económica no es una foto fija ya que la economía es tan compleja como la vida misma y nada está quieto, nada permanece y hay miles de variables interrelacionadas, con lo cual es imposible saber «qué hubiera pasado si…».
Con el tiempo, Laffer fue demonizado por los fanáticos del gasto público, los cuales en su fundamentalismo radical, no llegan a comprender el mensaje de dicha curva, puesto que en ella Laffer no está defendiendo ni bajar ni subir los impuestos. Ahora que soplan vientos de cambio, el mantel o servilleta de Laffer vuelve a estar de moda. Otra idea defendida por él es que los sistemas fiscales deberían ser más sencillos y estables. Pero, realmente, Laffer no inventó nada, su idea ya la había expresado siglos antes Jonathan Swift, escritor profundo, de gran vena satírica y autor del célebre libro 'Los viajes de Gulliver'. Swift, casi 300 años antes, ya dejó escrito que «los comisarios de aduanas de Londres me comentan que cuando los impuestos a la importación de un artículo suben más de la cuenta, al final se recauda menos por dos razones. Por un lado, porque disminuye la actividad económica debido a la presión fiscal y el efecto global es de menor recaudación (una especie de 'elasticidad' según la jerga de la Teoría Económica) y, por otro, porque a mayor presión fiscal, hay mayor incentivo para la evasión fiscal y la defraudación». Y Swift, añadía una frase que podría firmar cualquier laureado con el Nobel de Economía actual, como es el hecho de que «En Economía dos más dos no son cuatro».
La historia del 'Motín del té de Boston', expuesta a continuación, es quizá la mejor representación de las ideas de Swift. La poderosa Compañía de las Indias Orientales tenía el monopolio de la importación de seda de China hacia Inglaterra, pero el Parlamento británico, para proteger a la industria textil de Liverpool, Manchester, etc., prohibió dicho comercio. Ante esa situación la empresa buscó un nuevo mercado y apostó por importar té en cantidades ingentes, desplazando al café en el gusto del consumidor inglés de aquellos años. Las cuantiosas importaciones de té dejaban grandes ingresos en las arcas del imperio ya que tenían un gravamen del 20%. Pero, los cuantiosos gastos que había que afrontar para mantener el imperio colonial llevaron a subir los impuestos a la importación del té hasta llegar en 1770 al 119%. Es decir, en el precio final para el consumidor, más de la mitad eran impuestos. Pero, de repente, todo se derrumbó y las importaciones del té cayeron en picado por dos razones (las expuestas por el agente de aduanas amigo de Swift). La primera, que disminuyó el consumo del té y la segunda, que aumentó brutalmente el contrabando y comercio ilegal del mismo a través de dos países. Por un lado Holanda, que tenía un gravamen más bajo a la importación del té y, por otro, Suecia, que pagaba con plata a los chinos, con lo cual éstos preferían vender el té a los suecos, los cuales lo revendían a los ingleses, aunque su compra estuviese prohibida oficialmente.
Ante tal situación, la Compañía de las Indias Orientales acumuló una inmensa cifra de existencias de té, lo cual la condujo casi a la bancarrota. Además, el gobierno británico vio cómo los ingresos por importación de té habían casi desaparecido. Llegados a ese punto, no le quedó más remedio que bajar drásticamente los aranceles a la importación del té, pasando del 119% al 12,5%. Las consecuencias eran obvias. El precio del té se desplomó, el negocio de contrabando desapareció y, paradójicamente, el gobierno recaudó más, porque es mejor cobrar el 12,5% sobre una base muy grande que cobrar el 119% sobre nada. Y en todo ese proceso, el 16 de Diciembre del año 1773, tuvo lugar el conocido como el 'Boston Tea Party', cuando un grupo de colonos disfrazados de amerindios mohawk tiraron al mar el cargamento total de tres buques británicos, como protesta contra los gravámenes desorbitados que la metrópoli londinense imponía a sus colonias. Detrás de aquel hecho, que es hoy considerado por muchos historiadores como el inicio del proceso de independencia estadounidense, estaban también, por supuesto, los poderosos intereses de los contrabandistas que se estaban enriqueciendo con aquella situación. Pero «poderoso caballero es Don Dinero», como dijo el gran escritor Francisco de Quevedo y Villegas. Las reflexiones del agente de aduanas, amigo de Swift, siguen vigentes hoy en día y la evidencia de la 'Curva de Laffer', también.
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