¿De restallu o estalláu?
Gijón está viviendo un mes de julio de los que hace años no se veía, de aquellos tiempos en los que madrileños y leoneses decían ... que venían a respirar. Ahora somos más modernos y hablamos de refugio climático, pero el caso es que el lleno turístico, pese al lamento continuo de la hostelería, se nota en las calles, en las terrazas, en los conciertos del Gijón Life y el Tsunami, incluso en los pasos de peatones, donde hay que hacer cola cual Gran Vía madrileña.
Tal parece que estuviéramos en pleno agosto, con la Feria petándolo a diario. Pero no, estamos a mediados de julio y Gijón está ya a rebosar. De turistas, pero también, claro, de coches, y quien viene de visita tiene serias dificultades para encontrar dónde dejarlo. La desaparición en el último año de los aparcamientos disuasorios que daban oxígeno a vecinos y también visitantes, ha agravado el problema. En Gijón, siempre fue problemático aparcar en verano, pero sin el parking de Peritos (donde se construyen viviendas para jóvenes), sin el de la avenida Portugal (en obras para un aparcamiento subterráneo) y sin las explanadas de Marina Civil, el parque de los Hermanos Castro y la parcela cutre de detrás del 'Tostaderu', encontrar un hueco para el coche sin tener que apoquinar 30 euros al día es casi misión imposible. Tampoco resulta fácil encontrar alojamiento por menos de 150 o 200 euros la noche. Así y todo, Gijón está hasta arriba, pero, ¡ojo!, que la gallina de los huevos de oro puede entrar en la menopausia y pasar de unGijón de restallu o un Gijón estalláu.
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