La librera que lanzaba chispas
ÁNGELES CASO ESCRITORA
Jueves, 25 de febrero 2021, 02:08
Algunas personas iluminan el mundo. No son muchas, pero, cuando existen, van por ahí resplandeciendo y lanzando chispas, y las demás percibimos inconscientemente la luz ... a su alrededor y tratamos de hacernos un hueco cerca de ellas, como si transmitieran una energía inaudita que nos hace sentirnos mejor.
Conchita Quirós era una de esas personas. Irradiaba inteligencia, alegría y ganas. Ganas de hacer cosas, de estar muy viva, con los pies bien puestos en el suelo y la cabeza siempre allá en lo alto, en las nubes de lo-imposible-que-hay-que-volver-posible. No es que no se quejase: se lamentaba de muchas cosas, como todo el mundo, pero, a diferencia de la mayoría, les buscaba solución. Activaba su mente y se ponía a inventar, a crear nuevas ideas. Con una pasión inagotable. Y se divertía, mucho. A pesar de los problemas, de las preocupaciones, de la crisis incesante del libro, Conchita nunca paraba. Siempre estaba diseñando escaparates, organizando presentaciones y clubs de lectura, haciendo reformas, pensando en cómo lograr sobrevivir con éxito a los cambios y los malos tiempos, en cómo poder mantener abierta su magnífica librería, al menos hasta que cumpla pronto los cien años, y seguir pagando a su gran equipo de gente.
Fue una librera excepcional porque era una mujer excepcional. Gracias a ella y a su buena relación con todo el mundo, la mayor parte de las escritoras y escritores españoles -y muchos extranjeros- pasaron alguna vez por Oviedo para reunirse con sus lectores. Otros menos conocidos (aunque no por ello menos relevantes) encontraron siempre en Cervantes un espacio para defender sus obras, un rato de charla interesante, un café caliente para templar los infinitos sinsabores del sector.
Una de las últimas veces que la vi fue el día de Halloween de 2019. Allí estaba ella en su despacho con sus ochenta y tantos años, disfrazada, muerta de risa, tan joven y tan grande como siempre, dispuesta a celebrar una fiesta más en su librería. Quizá ese fuera uno de sus aciertos: que en torno a los libros se pudieran celebrar muchas cosas. Aquella vez le repetí la frase que siempre le decía: «Yo de mayor quiero ser como tú, conservar como tú la pasión, el entusiasmo, la inagotable energía».
Para Oviedo, a lo largo de muchas décadas, ha sido un privilegio tener una vecina como Conchita Quirós y una librería como su Cervantes. Un enorme lujo del que tal vez ahora que ella ya no está muchos empiecen a darse cuenta. Para mí, su amistad, sus consejos y su ejemplo han sido un regalo.
Adiós, querida Conchita. Seguiré viéndote allí, simpática y pletórica, cada vez que entre en tu librería, que espero que cumpla -como tú querías- los cien años y muchos más. Nos encontraremos entre libros y sonrisas, bajo la lluvia maravillosa de tu luz.
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