Que llueva, que llueva
Pues lo que digo es que desde hace semanas no llueve asturianamente y que los científicos avisan con fundamento de que el planeta camina a ... pasos agigantados hacia la desertización.
Me gusta mucho el sol, pero noto que cada vez me va gustando más la lluvia, la nieve y el granizo: esos tres meteoros que son (casi siempre) como una Santísima Trinidad salvadora llegada de las alturas. La verdad es que este planeta recalentado se asfixia y cuartea, de tal manera que los que saben de estas cosas dicen -ya con la boca grande- que los veranos serán de tanto calor y bochorno que el personal en vez de morir y quedar de cuerpo presente, como es de rigor, se evaporará dejando un pequeño charquito igual que la meada de un chucho, más o menos.
No en vano, Juan Ramón Jiménez, en su 'Platero', dice: «que el agua debe ser tan alegre como el sol», y nos invita a dirigir la mirada a los niños que corren bajo ella, y a los canales de los tejados, y a las bandadas de gorriones saliendo y entrando de las enredaderas mojadas, y a ver como torna a navegar por la cuneta el barquito de los niños, parado ayer entre la yerba».
Sí, el pobre río Piles con tanta escasez de ropaje parece un río que llegara a la mar como un lento borrico trasquilado.
Bajo este cielo de febrero sin nubes, cielo de un azul lejano, con un sol tardío, de medio día, que llena de enfriamientos la ciudad, a sus paseantes les cuesta mucho ponerse en forma. Bajo este cielo, digo, como el de un planeta enfermo (¿otro Marte pronto?, que, por cierto, dicen que encontraron agua en él) se han ido sus ángeles de agua.
Día tras día, la lluvia fina no caligrafía ni deja su huella por los parqués, las aceras y los jardines; ni se asoma a los cristales de las ventanas con su mínimo beso y su llamar. Las noches son heladas y bordan -eso sí- de escarcha la hierba de los prados. Y es que, aquí, en Asturias, la lluvia es un sentimiento que debería figurar en los catálogos de nuestra psicología sentimental; una vieja compañera que nos devuelve la fe en el universo, y es reflejo eterno de la vida.
Bajo el paraguas de Gene Kelly, al lado de una farola tipo Gijón, del brazo de Debbie Reynolds, con su gorrito calado y el impermeable amarillo, me gustaría cantar bajo la lluvia toda la noche.
Que vuelva nuestra lluvia. Que caiga de los altos desfiladeros del cielo sobre Asturias y toda España. Si no habrá que pensar en sacar los santos.
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