Medidas para la siderurgia
El arranque del horno alto de Arcelor es una noticia positiva, pero no debe hacer que se dejen de lado las cuestiones pendientes
Arcelor ha anunciado que arrancará a principios de febrero -entre los días 5 y 8- el horno alto 'A' de la factoría gijonesa que había ... parado a finales del mes de septiembre. La entrada en funcionamiento supondrá un aumento de actividad en las dos plantas asturianas, así como la reducción del personal incurso en el expediente de regulación temporal de empleo (ERTE). La decisión está motivada por la bajada de los costes operativos, la reorganización de los pedidos y la mejora del clima laboral al firmarse varios planes de productividad.
En los últimos meses se estaba trabajando sólo con el horno alto 'B' que producía 6.000 toneladas de arrabio, una cantidad que aumentará un 30% con el funcionamiento de los dos hornos. En el presente se está dando prioridad a la chapa gruesa y al tren de carril, por ser las líneas que tienen más pedidos (entre otros, seis contratos con Adif de 81.200 toneladas por valor de 163 millones de euros). Al restablecerse los niveles de arrabio se podrán recuperar los estándares de producción en la acería de Avilés, el tren de bandas en caliente y la división de laminación en frío.
El arranque del horno alto 'A' no es sólo una buena noticia para la siderurgia asturiana, sino para todo el sector metalúrgico regional del que dependen cerca de 30.000 empleos. Desde la crisis económica de 2008, las paradas y arranques de la cabecera gijonesa sirvieron de exponente de las expectativas del mercado. Arcelor, primer productor mundial de acero, tiene 17 hornos altos en territorio europeo, de los que seis están apagados en distintos países (Polonia, Alemania, Francia). La dirección de la multinacional necesita aumentar la producción de acero en el sur de Europa y barajó dos opciones, Fos-sur-Mer (cercanías de Marsella) y Asturias. Al llevar más tiempo parado el horno de Gijón, y poder aportar mayor competitividad, fue el elegido.
La buena noticia no debe dar rienda a falsos optimismos. Los problemas estructurales (descarbonización) y coyunturales (precio de la energía, retraimiento de la demanda) de la siderurgia y, por ende, de toda la industria pesada, están sin resolver. Hace año y medio que Arcelor presentó un plan de futuro a largo plazo que tiene como objetivo descarbonizar la producción de acero. Para ello es preciso invertir mil millones de euros; la empresa pondría la mitad y el resto procedería de los fondos Next Generation. A ese acuerdo se llegó con el Gobierno de España y fue presentado en Gijón por el presidente del Ejecutivo, Pedro Sánchez, y el presidente de Arcelor, Lakshmi Mittal. A día de hoy, el proyecto, recogido en el PERTE de la descarbonización, sigue sin obtener la luz verde de Bruselas. Esta semana, en el Foro de Davos volvieron a entrevistarse Sánchez y Mittal para renovar la apuesta por el proyecto. El PERTE tiene características especiales al beneficiar a una multinacional con muchas plantas ubicadas en la UE. Factorías de Mittal en Bélgica, Alemania y Francia también solicitaron fondos Next Generation. En total, son 3.000 millones y la Comisión Europea tiene que ver si ese volumen de ayudas a una sola empresa altera la competencia. Para Asturias es un proyecto clave, porque de él depende la supervivencia de la siderurgia y el lanzamiento de la producción de hidrógeno verde -proyecto HyDeal España- que tiene como principal impulsor y consumidor a Arcelor.
Hay otros problemas que lastran gravemente la competitividad de la siderurgia, como son las ayudas nacionales. Un asunto lacerante al que no le hace frente el Gobierno de España. Hay que ver más allá de lo que ocurre en los mercados mayoristas. En Francia y Alemania, casi todo el suministro eléctrico a la industria pesada se hace por contratos bilaterales. En el mercado mayorista solo se sustancia un 20%. En Francia se ofrece a la industria una cantidad de energía similar a la mitad del consumo total español, por 42 euros el megavatio hora, cuando en España quintuplica ese precio. Hasta Portugal da más ayudas que España. No todas las respuestas a la industria dependen de Bruselas.
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