No

Existe, además, una manifiesta postergación del Ayuntamiento de Gijón, el amo de la finca, en el proceso seguido para la presentación de sus planes, un sarcasmo; por eso hay que decir no, un no inequívoco y explícito, a los propósitos del conglomerado empresarial mexicano que intenta lucrarse con la operación, porque no ha sido leal en sus planteamientos: una ampliación del estadio, aun con todas las reservas y dudas que inspiraba su financiación, se transforma en lo que se llama un pelotazo urbanístico. Ahí está el engaño.

Choca la falta de sensibilidad crítica con que se ha acogido la presentación de unos dibujos, unas maquetas, unas infografías –el supuesto proyecto no es otra cosa– como si se tratara de la octava maravilla del mundo. Habrá que recordar lo obvio: El Molinón no es propiedad de Orlegi. Orlegi se beneficia de una concesión gratuita, durante treinta años –ya van transcurridos casi seis– de El Molinón. Y asombra la desfachatez desplegada para tratar sobre una propiedad pública, municipal, como si de hecho fuera privada. La dimensión de la manipulación se agranda cuando entran en juego otras propiedades, así mismo muy respetables, cuyos intereses se verían gravemente perjudicados.

Un dato más, desopilante: se plantea como objetivo la intervención en el parque de Isabel la Católica para el propósito delirante de crear lo que ya está creado, la avenida de El Molinón, como acceso directo a la playa. No es serio, sino indicativo de la falta de rigor con que se han hecho las cosas.

Y ya tardan en tomar posición los actores implicados, la alcaldesa, los concejales. Tal vez esa postura acrítica, irresolutiva, obedezca a un incomprensible complejo de inferioridad, pero es inaceptable, en cualquier caso, y podría maliciarse que opera en algún momento la perspectiva de obtener rentabilidades, y no solo electorales. Hoy deben manifestarse sin rodeos, con claridad. Basta ya de medias tintas o, dicho coloquialmente, de escurrir el bulto. Sin olvidar que están en la práctica en la fase de mandato homologable a la de pato cojo, serán responsables ante generaciones futuras, exigencia ampliable a sus sucesores.

Lo mismo cabe decir de la postura adoptada con énfasis desmesurado por determinados medios, que oscila entre el papanatismo y los alardes acríticos de falta de ponderación en el análisis de las variables que desde el punto de vista de la legalidad o, simplemente, del sentido común, deberían inspirar el asunto.

La conclusión está clara: sería intolerable la consumación del cambio de manos de un bien municipal que no está en venta. El ánimo especulativo que desprende evoca la frustrada operación pretendida por el mismo grupo en Zaragoza. Parece que se desmoronó, y la opción ultramarina hizo mutis, en cuanto el empresariado local puso las cartas sobre la mesa y manifestó que, a la hora de obtener plusvalías, primero estaban ellos, postura que se atribuye a César Alierta –expresidente de Telefónica– una versión de lo ocurrido que habría que recoger con todas las reservas y cautelas necesarias, pero elocuente sobre el papel desempeñado por cada cual en el escenario de la realidad (se non è vero, è ben trovato).

Nota 1: Según información municipal villaviciosina, la playa de Rodiles recibió en los tres meses de verano a 643.695 personas. La de La Ñora, 89.718. Asombra esta precisión. ¿Por qué 643.695 y no 643.694? ¿Por qué 89.718 y no 89.717? Aquí se da un caso de imaginación desbordante. Es toda una cuestión de fe en los métodos de conteo practicados en Villaviciosa, que debería compartir en favor de la ciencia estadística.

Nota 2: ¿De verdad no había ningún periodista de Gijón apto para moderar el debate entre los candidatos del PSOE en las primarias?