Obras son amores
Después de los últimos años bobos en los que en Gijón se fue desarrollando, en muchos casos, una política de uralita, ahora, en la ... ciudad y su zona rural, se vienen emprendido inversiones en proyectos de infraestructura, saneamiento y modernidad muy importantes. Mayormente, nuevos planes de innovación, que es la manera de no perder el futuro. Sin embargo, parece que algunos políticos y líderes ciudadanos o espontáneos plumillas se han embarcado en el camino del reproche y la confrontación hacia la alcaldesa y su equipo cada vez que mueven una baldosa. Quemados sin arder, siempre tienen una frase en contra que decir. Pero mucho me temo que Ana de los Oviedos no se va a dejar amedrantar.
Da la sensación que la lejía que le echan en su andadura no le va hacer perder la sonrisa (sonrisa, por cierto, muy agradable) ni las ganas de seguir trabajando por Gijón. Hay bastante anticuario ideológico metido en política y en otras formaciones ciudadanas, pero lo que necesita esta ciudad es restauración. Restauración, porque si no se cambian muchas cosas la próxima generación tendrá todo el derecho a preguntar: ¿en qué estabais pensando? ¿no oíais a los científicos? ¿no oíais a la madre naturaleza gritando? Naturalmente, es importante que la ciudad esté limpia. Que haya buena sanidad. Que haya empleo suficiente para vivir con dignidad.
Que existan buenas comunicaciones, buenos colegios y bibliotecas. Pero nada comparable con el aire que respirar. De la libertad ofrecida por el coche en el siglo XX estamos pasando a la liberación del coche del siglo XXI. Y así, de esta manera, son numerosos los desafíos con los que se tienen que enfrentar los alcaldes y alcaldesas con sus equipos.
En estos tiempos líquidos de confusión política, vaporosidad y ligereza se necesitan regidores con un coraje singular. Y más ahora que rebrota la España de la rabia por encima de la idea, en la que algunos parecen jurar odio eterno como Aníbal a los romanos. Algunos sospechan que esos que tanto chillan y cotorrean sus bobadas por la red, los envidiosos y mediocres de siempre, no serían capaces de sacar a Gijón de las cuatro reglas. Y con esto no se quiere negar el derecho democrático que tiene todo ciudadano a ejercer el contrapoder, elogiándolo cuando acierta, o criticándolo cuando se equivoca. Pues eso: «Obras son amores y no buenas razones». Y esas son las que hay ahora en Gijón: obras. Y ojalá las siga habiendo.
¿Tienes una suscripción? Inicia sesión