Ocultación de lo que fuimos
Esta derecha tiene que lidiar con investigaciones y condenas que ponen en evidencia sus métodos ancestrales de manipulación de las economías, financiaciones abyectas, comercio de influencias, comisiones vergonzosas...
La hipocresía es fingimiento de ideas o de pensamientos contrarios a lo que realmente pensamos o sentimos, disimulo de lo que somos, ocultación de lo ... que fuimos, fábula de lo que no queriendo serlo decimos que seremos, afectación de asombros que no salen del fondo de nuestro ser, sino que se componen apresurada y superficialmente, como flecos que cuelgan del cartón de la triste careta.
¿Estamos asistiendo por parte de los actuales dirigentes de la derecha española a un ejercicio supremo de hipocresía al negar éstos cualquier vinculación con los aireados (y juzgados) pasados abyectos de su propio grupo y de su propia gente? Esta derecha (siempre poderosa y oscura) tiene que lidiar con investigaciones y condenas que vienen a poner en evidencia sus métodos ancestrales de manipulación de las economías, financiaciones abyectas, comercio de influencias, comisiones vergonzosas e ilegales, contabilidades clandestinas, utilización de recursos públicos para usos particulares, obstrucción a la justicia, destrucción de pruebas, chantajes contractuales y abusos de poder. Cierto que la hipocresía no es patrimonio exclusivo de las fuerzas conservadoras, pero es evidente que desde hace años a ellas pertenecen la mayoría de los imputados y condenados por corrupción. Así que le toca a este grupo la penitencia y la explicación. Presidentes autonómicos en la cárcel o pendientes de ella, secretarios generales que destrozaron la bandera de la dignidad, vicepresidentes que representaron economías milagrosas colgados ahora de los barrotes, ministros que andan de tribunal en tribunal perdiendo el mérito y la honra o portavoces ahogados en su propio descaro. Una miríada de indeseables hipócritas que han ensuciado el ejercicio de la necesaria política.
La derecha intenta amoldar los hechos a los esquemas, aún a costa de negar los hechos. La negación es la única estrategia del quehacer político de una derecha pillada en renuncio una y otra vez. Niega y se pierde en la demostración inútil de la cuadratura del círculo. Sus dirigentes actuales, negando lo que fueron, se me antojan veleidosos, irreflexivos y cínicos.
La hipocresía se relaciona en su origen con el miedo y con la culpa. Todos somos hipócritas alguna vez, porque todos alguna vez fingimos sentir o pensar aquello que ni pensamos ni sentimos. Pero hay una 'forma de ser hipócrita': la instalación permanente en esa categoría moral del fingimiento. A la hipocresía le ocurre como a la intransigencia, son delitos del espíritu. Intransigentes e hipócritas se colocan las gafas oscuras de la ceguera del alma para simular que no existe una realidad que muerde los ojos con su insufrible presencia.
Los hipócritas sustanciales se engañan incluso a sí mismos y se miran en el espejo sin apreciar que llevan puesta la máscara. Prefieren sonreír indignamente antes de ponerle nombre a la verdad, antes incluso de agachar la cabeza y mirar hacia otra parte. La vida para ellos es un insistente encubrimiento y la convivencia un incauto e ignominioso disimulo. El hipócrita enmascara, maquilla, bastardea y corrompe la esencia de las cosas. Es amigo de exordios y peroratas, o de gestos afectados y posturas imposibles, y suele asegurar que no hay nadie más sincero que él y que posee el don incuestionable de saber en cada momento lo que más conviene a sus semejantes. El dirigente mayor de la derecha, ante las preguntas de los periodistas sobre las imputaciones recientes que afectan a su grupo, se niega a responder asegurando que eso no es lo que importa a la gente. Compone una mueca cínica y guarda silencio.
El hipócrita político, además de esconder sus incapacidades y sus vergüenzas, finge tener la solución para todas las crisis (pandémicas y sociales, migratorias o de fronteras, territoriales o judiciales), pero nunca las manifiesta explícitamente. Es un diablo rezando que pone los ojos en el suelo y esconde las uñas de gato. La hipocresía se cura a base de realidad. Cuando tocamos la carne viva del mundo con nuestra propia carne viva, el mundo cambia, y nosotros con él, porque observar y aceptar la realidad de lo que hicimos y de lo que fuimos es someterse a un proceso de transformación definitiva.
La derecha debe afrontar un futuro político plagado de complejidades. La nación necesita su participación activa en la búsqueda de soluciones. Para hacerlo debe asumir su pasado y su culpa, reconocer los hechos y despejar su memoria. La hipocresía, el cinismo y la negación no harán más que perpetuar a esta derecha condenada por los hechos y por los jueces a una agonía patéticamente inagotable.
¿Tienes una suscripción? Inicia sesión