La pastilla azul
No pensar es no ver, y no ver es no sentir, y no sentir, en esta sociedad tan bonita que estamos construyendo entre todos, es no sufrir. Y, díganme, sean sinceros, ¿a quién le apetece sufrir?
Quien no quiere pensar es un fanático; quien no puede pensar, es un idiota y quien no osa pensar es un cobarde». Esto decía Francis ... Bacon, padre del empirismo filosófico y científico, y siempre le he dado la razón. Siempre he creído firmemente en esta lógica, pues el pensamiento, la reflexión y el juicio de y sobre nosotros mismos y de lo que nos rodea es indispensable para avanzar como individuos y como sociedad. Pensamiento crítico que nos ayuda a analizar la solidez y autenticidad de afirmaciones que aceptamos como verdaderas, pero, últimamente, no sé... Dudo.
Dudar de Bacon. Qué tristeza, ¿verdad? Y qué osadía. Y no es que recele de su afirmación, en la que confío, sino que me pregunto hasta qué punto es necesario ese pensamiento constante; esa reflexión repetida. ¿Por qué? ¿Por qué titubeo? Por puro y simple cansancio. Hartazgo más bien. Ahora lo explico y seguro que entonces entenderán esto que parece una paradoja del pensamiento de alguien que, aun creyendo sólidamente en algo, en ocasiones deserta.
Se trata de que hay días, cada vez más días, en los que me gustaría no pensar. No pensar en nada. En absolutamente nada. Armas, EE UU, niños muertos en colegios, Trump y la Asociación esta tan hombruna y arcaica del rifle; elecciones andaluzas llenas de dimes y diretes que no ayudan a resolver de modo alguno los problemas reales de los ciudadanos -como viene siendo costumbre, por otro lado, en gran parte de la clase política española actual, cada vez más infantil, insustancial y vacía-; el vicepresidente imberbe, fanfarrón y sandio de Castilla y León, que no he visto mayor ejemplo de tosquedad y falta de sapiencia en tiempo, dando lecciones de esto y aquello como si fuera una eminencia; la guerra interminable del tirano Putin y su complejo de trascendencia; los señores del Ibex cobrando cantidades, desde mi punto de vista lo son, absolutamente vergonzosas, mientras los ciudadanos de a pie no llegan, etc. Podría seguir. Mujeres violadas en grupo cuyos miembros, al salir de los juzgados o comisarías, son aplaudidos; mujeres engañadas que regresan a su país de origen para ser asesinadas; mujeres que desaparecen por culpa del oscurantismo y el atraso de hombres que las esconden bajo telas negras...
No pensar. No pensar en nada. Parece una buena opción. Me lo parece muchos días. Demasiados días. Cada vez más días.
Últimamente, se muere mucha gente que a mí me parece joven. Supongo que tiene que ver con mi edad. Cuantos más años cumples, más jóvenes te parecen los muertos. Y por eso entiendo a los que, como yo, cada vez más a menudo tienen tentaciones de no pensar. Entiendo el desencanto y entiendo el hartazgo.
Te miras al espejo, las arrugas crecen y la muerte, eso que cuando éramos muy jóvenes, ya saben, cuando nos creíamos poco más o menos que inmortales, veíamos como cosa de viejos, ya no se nos dibuja tan lejana, y piensas en no pensar. Por eso dudo y por eso creo que hay cada vez más personas que han decidido 'motu proprio' hacer lo mismo, porque no pensar es no ver, y no ver es no sentir, y no sentir, en esta sociedad tan bonita que estamos construyendo entre todos, es no sufrir. Y díganme, sean sinceros, ¿a quién le apetece sufrir?
Pero al final, al final, soy así, sufro porque siento, porque veo, porque pienso. Ojalá, en el fondo fuera más sencillo, ¿verdad? Tomarse la pastilla azul y vivir en Matrix para siempre. Felices. Una vez que se sabe lo que hay al otro lado, ser cobardes, elegir la azul y dejar la rebeldía para otros. Pero Bacon insiste en mi cabeza. No puedo ser cobarde y tampoco puedo ser una fanática. Mucho menos una idiota. Entonces, ¿qué me queda?
Muchos días, frente al espejo, pienso que me gustaría no pensar, pero, al final, pienso. Pienso porque pensar me salva, aunque duela; porque pensar me alienta, aunque duela; porque pensar me hace libre; aunque duela. Elegiría la pastilla roja. Lo haría. Y cruzaría el espejo. Pero dudo. Muchos días dudo y entiendo a los que finalmente se rinden. Lo entiendo.
¿Tienes una suscripción? Inicia sesión