El peso del pasado
En términos sociales y políticos, permitir que la nostalgia se erija en herramienta de análisis representa una amenaza dañina
La referencia a la crispación representa un triste tópico de los análisis políticos. Efectivamente, un rasgo determinante de la actualidad política viene dado por la ... polarización de la sociedad, que ha tenido su epítome en el asalto al Capitolio por parte de los seguidores de Trump.
Suele pasar inadvertido en el análisis de la crispación la relevancia que, en mi en opinión, le corresponde al factor generacional. Desconozco si existen estudios sobre la adscripción política de los votantes según edad, pero intuyo que resulta relevante. Se suele admitir de forma genérica que las personas se vuelven más conservadoras según pasan los años. Volviendo al caso americano, existen estadísticas que muestran que el porcentaje de votantes de Trump aumenta paulatinamente según se sube en los segmentos de edad, alcanzando en el segmento de mayores de 65 años el 51% de los votantes, frente al 48% de votantes de Biden. Lo más llamativo, no obstante, es que en la franja 18-29 años, los votantes de Trump representan el 35%, frente a un 62% que votaron por Biden.
Un factor relevante a este respecto, aunque seguramente no decisivo es lo que podría denominarse 'distorsión nostálgica'. Desde Jorge Manrique sabemos que forma parte de la condición humana la apreciación de que todo tiempo pasado fue mejor. Nos encontramos ya en el terreno de la propia existencia con distorsiones mediante las que rodeamos al pasado de un aurea de felicidad exagerada. Algún mecanismo psicológico de supervivencia nos lleva a quedarnos sólo con los recuerdos gratos y a minimizar las cosas negativas del pasado.
Pero una cosa es echar de menos los momentos felices del pasado y otra, muy diferente, permitir que la nostalgia se erija en instancia suprema desde la que juzgar el presente. En términos sociales y políticos, permitir que la nostalgia se convierta en herramienta de análisis social representa una amenaza dañina. Digo esto porque, en mi opinión, cierta crispación ambiental responde a mecanismos de nostalgia, mediante los que se echa de menos un pasado sublimado. Lo peligroso, a mi entender, es que la nostalgia tenga peso político.
Sin duda, en algunas cosas, la situación actual de la sociedad es peor que la de hace treinta o cuarenta años. Los jóvenes, por ejemplo, tienen un futuro peor que el que tuvieron por delante los de hace unos decenios, la vida política se ha degradado hasta límites insospechados, la sociedad ha adquirido una complejidad e incertidumbre que pueden resultar irritantes, las clases medias parecen estar a punto de desaparecer, el trabajo se ha precarizado hasta cuotas indecentes, la situación mundial cada vez se parece más a un polvorín, el planeta se hace cada vez menos habitable, etcétera, etcétera. Sin embargo, sería un error de percepción decretar que los tiempos presentes son peores que los pasados.
La distorsión nostálgica opera malévolamente, engrandeciendo el pasado a costa del presente. En muchas valoraciones del presente sucede, al menos entre personas más propensas por edad a la nostalgia, que algo tan subjetivo como el propio pasado se erige en juez del presente. El error de la nostalgia estriba en valorar las situaciones peor de lo que realmente son. El juicio negativo del nostálgico procede de una comparación que, en último extremo, es más sentimental que racional. El nostálgico se encuentra atrapado por el sentimiento benevolente respecto a 'su' pasado, basado en último extremo en el dudoso valor de que es 'suyo'. Cabe decir que el nostálgico hace con su pasado lo que el nacionalista con su territorio: sublimarlo por el hecho de ser el suyo.
Así pues, la nostalgia falla porque envuelve en categorías de objetividad apreciaciones valorativas que, en realidad, son muy subjetivas. La sobrevaloración sentimental del pasado es lo que hace del sentimiento nostálgico un error. Lo peor de la nostalgia es que quien la padece se vuelve ciego ante lo valioso del presente y de sus potencialidades positivas.
Todo esto no tendría mayor importancia que la que pudiera representar para cada persona, si se limitara al ámbito de las propias vivencias. Pero cuando el sentimiento nostálgico adquiere relevancia social y política, aunque por otras vías, representa para la vida pública un peligro no menor que el de los nacionalismos. El acierto político requiere, entre otros muchos ingredientes, que el peso del pasado no sea excesivo, ya que su capacidad de iluminar con acierto el futuro es escasa.
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