Ana de los mil quinientos días
Ana González, mujer menuda, de sonrisa rizada y hermosos ojos entre alegres y tristes, pero tranquilos. De mente progresista, con la cabeza llena de objetivos ... sociales para llevar a esta ciudad hacia el futuro, que se hizo la jefa para cambiar hábitos, hacer una ciudad mejor, más sana y habitable para las nuevas generaciones en un mundo cambiante, tendrá, dentro de unos meses, que decir a dios a todo aquello que, en 2019, en emprendió con ilusión al ser elegida alcaldesa de Gijón. La mitad del partido la quiere castigar sin merienda y ponerla de rodillas en un rincón. Y es que aquí no es fácil cambiar todos las costumbres y supuestos falsos de nuestra cultura y civilización. Todavía hay mucha penalización beata, y mucho hombre macho, sobre todo a la hora del coñac Soberano. Y luego está el odio. Ese odio español que representa la primera industria del Estado junto con el turismo. Aquí el odio lo generamos en plazas, calles y redes, a la cara y sobre todo por la espalda. Odiamos con largueza y nos odian sin pudor por lo general gente incapaz. Ana, en medio de tanto floripondio, no tuvo miedo a tomar decisiones valientes, que a veces cuesta entender, porque toda vieja ciudad (y Gijón es del tiempo de los romanos y de los moros) tiene mucho cerumen en las orejas que cuesta sacar. Aquí, en esta ciudad cansada y repetida, la alcaldesa no ha sido una de esas elegantes de boutique o de alta costura, una mujer adorno. Vistió siempre a su manera, y, en todo caso, llevó la elegancia del pueblo, siempre con cosas flojas, blancas, actuales y
de colores: O sea, una alcaldesa singular sin caer en excentricidades. El orden social es actualmente un orden, por lo general, estadísticamente falso, y Ana está más que al tanto de su nivel de aceptación, de su popularidad y o impopularidad. Ahora ya es otoño, y estos son días intensos para la ciudad y su Corporación Municipal, y tal vez para Ana, el mayo próximo, será su fin de ruta como alcaldesa de la ciudad del Patricio. También Jovellanos conoció las hieles de la política por intentar, en aquellos entonces, sacar a España del obscurantismo. Gijón seguirá siendo un empollón de ruedas y motores de coches. Pero Ana González, alcaldesa de Gijón durante 1500 días, se irá sonriente y sin lágrimas. Dejará aquí su olor de persona limpia, de su linda sonrisa y su profunda mirada, y de su vestir esparcido.
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