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Ana de los mil quinientos días

Miércoles, 21 de septiembre 2022, 00:39

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Ana González, mujer menuda, de sonrisa rizada y hermosos ojos entre alegres y tristes, pero tranquilos. De mente progresista, con la cabeza llena de objetivos ... sociales para llevar a esta ciudad hacia el futuro, que se hizo la jefa para cambiar hábitos, hacer una ciudad mejor, más sana y habitable para las nuevas generaciones en un mundo cambiante, tendrá, dentro de unos meses, que decir a dios a todo aquello que, en 2019, en emprendió con ilusión al ser elegida alcaldesa de Gijón. La mitad del partido la quiere castigar sin merienda y ponerla de rodillas en un rincón. Y es que aquí no es fácil cambiar todos las costumbres y supuestos falsos de nuestra cultura y civilización. Todavía hay mucha penalización beata, y mucho hombre macho, sobre todo a la hora del coñac Soberano. Y luego está el odio. Ese odio español que representa la primera industria del Estado junto con el turismo. Aquí el odio lo generamos en plazas, calles y redes, a la cara y sobre todo por la espalda. Odiamos con largueza y nos odian sin pudor por lo general gente incapaz. Ana, en medio de tanto floripondio, no tuvo miedo a tomar decisiones valientes, que a veces cuesta entender, porque toda vieja ciudad (y Gijón es del tiempo de los romanos y de los moros) tiene mucho cerumen en las orejas que cuesta sacar. Aquí, en esta ciudad cansada y repetida, la alcaldesa no ha sido una de esas elegantes de boutique o de alta costura, una mujer adorno. Vistió siempre a su manera, y, en todo caso, llevó la elegancia del pueblo, siempre con cosas flojas, blancas, actuales y

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