Curas que... ¿enferman?
Airean esa visión de quien se dice, por fidelidad al Evangelio, ajeno a ideologías, mientras entonan salmos cara al sol
Suena raro lo de 'matasanos' aplicado al médico; ahora nace otra rara fusión: curas pidiendo que el Papa pase a mejor, vida movidos –imagino– por ... el amor al prójimo, pues desear el mal ajeno es pecado, al menos de pensamiento. Quizá estos nuevos guardianes de la moral, iluminados por una luz cegadora, redactan un nuevo catecismo donde tal deseo pasa a ser nueva virtud teologal. Un servidor, cristiano del montón, frente a tan eminentes oradores sagrados e ignorante del aporte eclesial de Francisco Franco, pide, para quien implora la ascensión papal a los cielos, su descenso a la tierra, que dejen el mundo virtual y pateen el real donde vive la gente que suda a diario.
Estos curas –¿curanderos?– de alma, autoproclamados profetas, han decidido por 'motivos estratégicos' aparcar su tertulia; ¡qué pena! Su silencio nos priva del acceso a la voluntad divina, pues sólo gente así tiene capacidad para escrutar a un Dios incomprensible que toleró –acaso para probarnos– la llegada de un Papa siniestro y obligó a tan diestros teólogos –por posición y sapiencia torera– a elevar la voz y alzar el tono, para guiar al pueblo llano e ignorante por la verdadera senda y traducir los nuevos signos de los tiempos y la voluntad del Espíritu.
Airean esa visión de quien se dice, por fidelidad al Evangelio, ajeno a ideologías, mientras entonan salmos cara al sol. Defienden una jerarquía militante, pero practican la insumisión ante quien deben obediencia; disfrazan el Valle de los Caídos de Monte de los Olivos y confunden el diálogo tertuliano con monólogos uniformes. Acaso ansían arriar la bandera de las llaves de Pedro e izar la del águila de ¿San? Francisco (Franco) y cambiar las flechas del camino de Santiago (apóstol) por el yugo del carro conducido por 'Santi patrias'. En fin, un testimonio de amor samaritano y entrega al otro.
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