Identidad jumillense
Años buscando respuesta a la pregunta ¿quién soy?, cuando de golpe –¿y porrazo?– la alcaldesa de Jumilla, acaso afectada por caldos locales y el concejal ... de Vox, guardián del tarro de las esencias, tenían la respuesta: identidad fijada por la divinidad para permanecer por los siglos de los siglos, amén; esencia eterna frente a tipos como Adán y Eva que la hicieron peligrar, tesoro a blindar en el Museo Arqueológico Nacional frente al timo de la Historia.
España existe antes que Atapuerca; siglos luchando contra fenicios y griegos, Cartago y Roma, judíos, árabes, enviados por Satán a mancillarla, mas hallaron una España blanca antes que hubiera blancos, católica antes de Cristo, con lengua anterior al Latín y genética ajena a prehistóricas mezclas: España, unidad de destino universal e irreversible desde tiempos inmemoriales rememorados por profetas jumillanos. Toca proteger 'lo nuestro', combatir esa historia que nada aporta a nuestra identidad, pues solo puede empeorar con el devenir temporal y el mestizaje social. Claro que la coherencia paga peaje, habrá que tapiar Altamira, sepultar el teatro de Mérida, borrar la judería toledana, arrasar la Mezquita, devolver el Templo de Debod, examinar sobre catecismo y ADN para garantizar el depósito de la fe y la genética sin mezcolanzas que ofendan la voluntad divina. No ignoran la historia, la superan; cuando posees la verdad por vía iluminativa, el humano saber aporta retórica y falsedad. En fin, ejemplifican en Jumilla como la conciencia propia es inversamente proporcional al nivel de idiotez: cuando más tonto eres, más sabio te crees hasta identificar claridad con vacío, simple con simpleza, bajo con bajeza y puzle con un folio partido a la mitad. Los hechos lo confirman: «Mucho mejor callar y parecer bobo que hablar y despejar definitivamente las dudas».
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