Iz-qui-er-da

Creí a la izquierda celosa de su apellido más que del nombre propio y del propio nombre, entregada al bien común y a mejorar la vida de los últimos, pero parece más dada al ¿qué hay de lo mío? Paradójico, hablar del común y afirmar las diferencias, pelear el trocito de escaño, el cachito de cuota. Divide y vencerás, separa y exige unidad en torno a ti y tus ocurrencias en un mundo que ama lo fugaz y sepulta guerras aun por librar. Si falto yo, ni hay pureza ni esencia; creyéndose Marx (Karl), copian a los (hermanos) Marx defendiendo su espacio en el camarote. Cuando toca bajar al barro, los iluminados se elevan al mundo de las ideas olvidando que urge más verbo y menos predicado, más gasto y menos gesto, más ganas y menos castas, cuitas y cuotas.

Cuesta comprender el nulo entendimiento cuando sobran problemas para abordar, cuando a los eternos se suman otros. Cuando más largas deben ser las luces, más utilizan las cortas, guerra de nombres disfrazadas tras ideas que tal como llegan son suplidas por otras. ¿Puede haber proyecto colectivo cuando peleas por listas y listos? Muchas sensibilidades, excesiva sensibilidad de piel fina, cuando la dureza del mundo y la realidad, obstinada y terca, exige piel curtida, generosidad, mirada larga. A este paso, habrá más salva-patrias que patrias y patriotas a salvar.