A los empleados de los ferrocarriles, encargados de la facturación se les llaman 'factores'. El factor comprobaba también los billetes, tanto en aquellos viejos tranvías ... que los de mi generación llegamos a conocer en la niñez como en los trenes. Con la decadencia de la Feve, los 'factores humanos' empezaron a desaparecer. El control de pasajeros en estos viajes de cercanías pasó a realizarse por máquinas, por otra parte, fáciles de esquivar. Los 'factores humanos' eran, además de excelentes profesionales bregados en la soledad de los caminos de hierro, buenos conversadores que hablan con sensatez de aspectos relacionados con su profesión. Desde el futuro que podría tener el 'tren bala', que iba del Berrón a Gijón en veinte minutos, al cuento chino de los nuevos trenes que no entraban en los túneles cantábricos, por lo que se llevaron a otros lugares.
Para mí, el tren de cercanías es el vehículo auxiliar y complementario de las rutas en bicicleta. Sin duda, en esta combinación del velocípedo y el tren, la Feve podría tener un buen filón, aún sin explorar. El lunes pasado, pensaba llegar en bicicleta a Gijón desde Cadavedo, siguiendo la ruta del viejo camino de las Palancas y Ballotas. Hace algo menos de doscientos años, el pintoresco George Borrow recorrió este camino, descrito en su libro 'La Biblia en España', traducido por Manuel Azaña. Si el de las Palancas está regular y confuso –la 'Carrilona', antigua vía, está casi desaparecida–, el de las Ballotas es un ameno y asfaltado paseo por el cordal que llega hasta San Martín de Luiña.
Una vez cruzado el Nalón, decidí coger el tren en Soto del Barco. Llegó solo con diez minutos de retraso, lo que para la Feve es poco, pero si consideramos que el tren salió de Pravia –seis kilómetros– es bastante. Pero fue un viaje apacible y con la sorpresa, posteriormente añadida –debió haber subido cerca de Avilés–, del factor humano. Un revisor amable, didáctico al explicarme el misterio de las nuevas tarjetas ferroviarias, paciente y razonable con los viajeros sin billetes –casi todos– y buen conversador. Si yo fuese, como dice Puente, «el puto amo», al revisor le haría urgentemente ministro. Y al ministro le vendría bien una temporada de factor. Para que se eduque.
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