Retrato del mal político
Podemos crearnos el paradigma del político negativo, ese que es una desgracia para el país que ha tenido la mala suerte de encontrárselo, aunque sea por vías democráticas
Igual que todos tenemos un modelo ideal del buen político, aunque luego en la práctica no conozcamos a ninguno, también podemos crearnos el paradigma del ... negativo, ese que es una desgracia para el país que ha tenido la mala suerte de encontrárselo, aunque sea por vías democráticas. Seguramente cada uno tendrá su perfil de político indeseable, porque la variedad es infinita, pero creo que casi todos pueden parecerse a este:
Es mal político el que engaña a su pueblo a sabiendas de que lo está haciendo; el que trata de ganárselo haciéndole promesas que no ha pensado nunca cumplir; el que falta a su palabra continuamente y de forma descarada; el mentiroso; el inflado de vanidad; el que trata de parecer profundo cuando no hay otra cosa que vacuidad; el que expresa una opinión y deja entrever otra para tener siempre una salida.
Es mal político el que altera las leyes en beneficio de su partido, convencido de que está por encima de ellas y que merecen ser cambiadas por alguien que tenga una visión más elevada e inteligente que los que las hicieron; el que se cree poco menos que un elegido del destino para alumbrar las tinieblas de su época; el que es capaz de asociarse con el mismo diablo si con ello logra alcanzar las mayorías que no es capaz de conseguir en las urnas; el temerario que pone en riesgo la convivencia social y la misma estabilidad de su país con tal de seguir sentado en su sillón; el enfermo de ansia de poder y el ambicioso que lo pretende solo para disfrutar de tenerlo y no para utilizarlo para el bien de la comunidad.
Es mal político el que hace creer que sirve a sus ciudadanos cuando en realidad se sirve de ellos; el que goza humillando al adversario; el que sigue ciegamente su instinto por encima de la conveniencia general y de las convenciones establecidas; el que no se fía ni de los suyos y desdeña cualquier consejo porque solo él está en posesión de la verdad.
Es mal político el de palabras pomposas y ademanes estudiados; el de tono enfático y sonrisa impostada, que solo engaña a los espectadores candorosos; el que anda por la política exhibiendo sus encantos como si fuese un escenario donde él es la estrella absoluta de la función, ese del que Catón decía, refiriéndose a los augures de su tiempo, que «no pueden mirarse sin reírse». Ese que tiene como antónimos términos como humildad, lealtad, sinceridad, honor.
No sé si ustedes estarán pensando en alguien.
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