Sally
Tan solo espero que la nueva Ley de Bienestar Animal no cause demasiado sufrimiento innecesario ni cree otro caos judicial más
Como todos sabemos, el pasado 9 de febrero fue aprobada por el Congreso de los Diputados la nueva Ley de Bienestar Animal. A la vista ... de otros precedentes legislativos recientes, tan solo espero que esta nueva norma no cause demasiado sufrimiento innecesario a animales, a sus dueños y a terceros que pasen por ahí, ni cree otro caos judicial más. No sé si será esto mucho pedir, dadas las continuas meteduras de pata de la nueva progresía legisladora, osados responsables del incipiente desbarajuste legal.
Vivimos un tiempo en España en el que, como si fueran pocos los problemas globales, las guerras, pandemias, inflación y demás preocupaciones, nos van añadiendo otros voluntarios, a golpe de ley, decreto u otra disposición estatal. Normas surrealistas, impuestas con calzador por una suma de minorías que, por estricto interés político, se han ido asociando a modo de tormenta perfecta. Nuestros gestores de lo público están logrando, con su absurda ligereza e improvisación, crear una creciente desconfianza entre la gente, cuando no angustia y humillación. Se palpa en ellos tanta ambición regulatoria como nula formación jurídica, y lo que es mucho peor, escaso sentido común. Como una especie de fuerza disruptiva que pone todo patas arriba, van tapando cada fiasco legal, cada marrón, con otro aún peor, unos días más tarde.
Sobre esta ley, empiezo por decir que nunca he tenido mucho interés por ninguna actividad, espectáculo o deporte en la que se haga sufrir a un animal. No me atraen lo más mínimo ni los toros ni la caza ni los claustrofóbicos zoológicos ni nada parecido; sencillamente, no me gustan. Eso tampoco quiere decir que me crea mejor que otros a los que todo eso les interesa. Sí estoy abiertamente en contra de que alguien tire a una pobre cabra desde un campanario, y otras idioteces similares. Hay cosas que no tienen un pase, y a multa limpia les metería a esos su absurda tradición por donde más les duela.
Por lo demás, en mi casa hemos tenido siempre perros, unos buenos, y otros, no tanto. Guardo recuerdos muy distintos de todos ellos, ya que algunos nos dieron más quebraderos de cabeza que otra cosa. Como las personas, vaya. Volviendo a la ley de marras, leo que ahora va a hacer falta un cursillo, un certificado o carné, para tener una mascota. Hay que ver, qué ganas de crear absurdos trámites administrativos, qué afán de controlarnos la vida. Resulta que ahora vamos a ser mejores amos, si es que aún se puede usar esta palabra sin ofender a nadie, por tener un papelito. También me cuentan que hay que castrarlos por sistema, pero que has de convivir con otros claramente peligrosos. Me pregunto qué sabrán estos advenedizos, aprendices de autócratas, sobre lo que es cuidar a un perro, y que él te cuide, a su manera, a ti. Con carné o sin él, como si eso fuera la solución, nos van a enseñar lo que es apreciar, respetar o amar a un animal.
'Sally' era el nombre de una perrita bodeguera que se nos murió hace tan solo unos días. Siento citar aquí la memoria de esta maravillosa compañera, querida hasta el límite por toda mi familia, y mezclarla con los artífices del absurdo que dan inicio a esta columna. Lo hago por la sola razón de que viene a cuento, y representa lo que hoy quiero expresar. 'Sally' nos dejó con apenas siete años, en el mejor momento de su vida, esa edad en el que tan solo un perro excepcional puede ser capaz de demostrar tanta alegría, nobleza, obediencia, lealtad, humildad, e instinto. Todo de golpe, y en sólo ocho kilos de peso. Generosidad sin límites. ¿Conocen a alguna persona así?
Alguien dijo hace ya mucho tiempo que un buen perro es como el mejor de los humanos, con todas sus virtudes pero sin ninguno de sus defectos. Qué cierto es eso. Cuando te sale así de bueno, un perro te da una lección cada día de su corta vida. Te perdona mil veces, y nunca guarda rencor. Le dejas al raso, y te devuelve una sonrisa cundo vuelves a su lado. Se te olvida darle de comer, y te lame las manos. Le castigas sin razón, y cuando le llamas, se te arrima de inmediato. Y una vez que ya no está, encuentras tal vacío cada mañana al levantarte, que piensas si sería realmente una perrita, o algo más, disfrazado. Que alguien me explique qué pinta un estúpido carnet en medio de esto, que vive tanta gente, y que a mi manera les estoy contando. Que me digan en qué artículo, epígrafe o apartado de esa absurda ley viene explicado lo del amor mutuo. 'Sally' era mucho más lista que todos estos sociópatas amateurs juntos, y cazaba ratones casi tan bien como ellos nos están cazando con sus cepos legislativos a nosotros. 'Sally' representó todo eso que no se puede recoger en una norma, y cualquier amante de un animal sabe. Jamás pensé que íbamos a llorar tanto a una pequeña perra; todavía hoy, escribiendo esto, me sorprendo a mi mismo. Serán las cosas de la edad, quizás me esté haciendo mayor. Allá donde estés, mi caricia, Sui.
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