La Semanina Grande
Aquí el personal sigue afrontando un verano lleno de incertidumbre, y no sólo por la quinta ola, sino por la llegada de la factura de ... la luz y la subida del precio de los carburantes. En el amplio abanico de festejos de esta llamada Semana Grande, (muchos de sus actos por determinar) me temo que, dadas las circunstancias, bastantes gijoneses y gijonesas tendrán que manejar el peso amargo de su inquietud y también de su soledad como buenamente puedan y los dejen.
Claro que hay también dulces soledades buscadas, como la del monje, el escritor o el artista que la crean entre los demás. Pero, por lo general, la soledad es una condena forzosa para muchas personas a las que nadie preocupan ni importan. Y porque no basta dejarse llevar por el sol, las flores, el pecho de los jilgueros y la tristeza, como decían los poetas latinos, el Ayuntamiento de Gijón ha editado una vez más un amplio programa de actividades veraniegas, adobado con un poco de todo, por plazas y jardines, por barrios de la ciudad y las aldeas de su concejo.
Teatro, música, cine, coros y danzas, arte en la calle, hípica y toros, folclore, gaita y tambor. Es el esfuerzo para que Gijón siga siendo la capital asturiana del verano en medio de esta tragicomedia en la que todos somos figurantes. Pero, sin olvidar que el ser humano no está en la tierra para divertirse de forma eterna, a mí, qué quieren que les diga, me parece de maravilla que, con tantas disuasiones como venimos padeciendo, alegrar unas cuantas tardes de verano ya es mucho.
«Gijón siempre ha sido la ciudad más libre de Asturias, pero al final todo el mundo necesita la salud»
Dejar que el verano, la alegría y la vida pasen por uno sin cansarle ni hacerle daño es nuestro deber hasta el fin. Además, Gijón siempre ha sido la ciudad más libre de Asturias. Pero, nos guste o no, al final, todo el mundo necesita la salud para amar, para equivocarse o tener razón, para salir de fiesta y divertirse.
Y aunque ahora vivimos malos tiempos para la libertad, no solo aquí, sino en países de más experiencia democrática, la libertad sirve para todo lo dicho, y también, sino se administra bien, para joderse. En todo caso, que suene la música de la fiesta para todos, que es la mejor lección de democracia que haya en el mundo. Y, aunque sea a contrapunto, que nos llegue al corazón y al cerebro. Ya llegará el silencio. El silencio de los corderos
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