¿Qué fue de la sublevación en China?

Cuando apareció la pandemia, China se mostró en Occidente como ejemplo de cómo se debían hacer las cosas, que se implementaron en el resto del mundo: confinamientos de ciudades enteras, seguimiento y control social de los ciudadanos mediante cibervigilancia (cámaras de vídeo por doquier, drones), restricciones, represión, lenguaje bélico y Policía por todas partes. Y cuando en el resto del mundo sufríamos aún las restricciones, China parecía haber controlado el virus. Ahora, según parece, las vacunas inoculadas no fueron efectivas y solo vacunaron a una parte de la población, por lo que para llevar a cabo la estrategia de 'covid cero' volvieron a confinar prolongadamente a la población. China es una megapotencia con pies de barro, sus ciudadanos no tienen libertad -con o sin la coartada de la pandemia- y eso más pronto o más tarde cambiará. No existen dictaduras admirables y aunque el control social del régimen tiene mano de hierro, porque disponen de tecnología punta para la propaganda y el adoctrinamiento, supervisar a la población, poder para bloquear el acceso a determinados contenidos de internet y desactivar a los disidentes mediante represiones y torturas muy eficaces, al final los pueblos, como nos muestra la Historia, se acaban sublevando contra la bota que los aplasta.

Los mecanismos del régimen chino, como los de Irán o cualquier forma de poder autoritario, son la coacción y la amenaza de muerte para someter a la población. Es ese miedo a morir lo que en definitiva obliga a los súbditos a obedecer. Ya sea cumpliendo con los confinamientos impuestos, por miedo a contagiarse con el virus o por miedo a la represión. Cuando un pueblo se subleva es que ha llegado al límite de lo que el poder puede hacer contra sus súbditos. Recuerdo que un artículo de Foucault 'Inutile de se soulever?', publicado hace tiempo en 'Le Monde', llamaba 'sublevación' al acto por el cual alguien decide que es preferible morir que seguir obedeciendo. El límite del poder autoritario llega cuando su poder de matar deja de ser efectivo porque se contrapone al 'poder de morir', que convierte en inútil su fuerza de coacción. Las personas que acudieron a las manifestaciones, saltándose el confinamiento, contra la política del 'covid cero', han dejado de temer a la muerte y al miedo inoculado por el régimen despótico del PCCH. Las protestas dejaron desactivados, en parte, los mecanismos de represión porque se desarmó su elemento central. El poder hizo concesiones, pero sigue siendo obligatorio escanear el código QR en los accesos a lugares públicos para poder rastrear algún posible brote. Pero tendrán que hacer más concesiones si quieren evitar que estalle la olla a presión de los súbditos a los que tratan como si fuesen ganado.

Los chinos están saliendo de su parálisis. Desde los sucesos de Tiananmen en 1989, que se saldaron con un baño de sangre, no hubo manifestaciones de este calado. Aparte del descontento generado por los confinamientos, habrá más revueltas. Una mayoría del pueblo chino tiene una vida económicamente próspera, poder adquisitivo y un buen nivel de vida gracias al 'capitalismo con valores asiáticos', pero sus ambiciones de libertad están insatisfechas y sufren por las continuas humillaciones ideológicas a las que los somete una oligarquía de multimillonarios corruptos, funcionarios del partido único.

Por consiguiente, aunque un régimen autoritario pueda gobernar durante mucho tiempo, sin aperturas políticas en sociedades aparentemente estables, no podemos pensar, como algunos teóricos sociales, que podemos ser esclavos felices y la libertad no es necesaria si a cambio obtenemos el acceso a poder consumir. La libertad es sagrada frente a las intromisiones de los gobiernos. Las sublevaciones y revoluciones estallan porque sin libertad son inevitables.