A 'concerto grosso'
Todo nos lo ofrecen mezclado sin ningún tipo de control, gusto, orden o movimiento. Chirría y no suena acompasado. Y quien dice debate sobre el estado dela nación, dice cualquier otro acto que se les ocurra
Un 'concerto grosso en sol menor' de Geminiani inunda de luz y bienestar la habitación mientras por la ventana, semiabierta, se cuelan ráfagas de aire ... fresco. Por fin fresco. El calor de estos días no ayuda demasiado a escribir. Tampoco a leer. Cuentos, artículos o novelas se complican, tanto a la hora de plasmar las ideas en el papel como de leer las de otros. Un calor que en algunas personas, además, asfixia el pensamiento y el sentido, que no se sabe dónde acaban. Quizá sea ese el motivo por el que, después de seis años sin que se celebrara ninguno, hemos asistido a un debate sobre el estado de la nación tan pobre. Pobre y sombrío.
A mí me gustaría que este tipo de discusiones dialécticas, sean o no sobre la Nación, fueran como los buenos conciertos musicales. Un concierto 'grosso' de notable virtuosismo instrumental y gran número de movimientos; sin embargo, suelen quedarse en verbena mala, pero de las malas de verdad, o en discomóvil con poco presupuesto y peor gusto. Ya saben. Esas en las que uno no sabe si irse a casa o quedarse y beber para olvidar. Últimamente ocurre con tanta frecuencia que ya lo hemos aceptado como práctica habitual. Lo de los políticos, digo. Lo de las verbenas, no lo sé.
Miren que con lo del debate sobre el estado de la Nación se podía haber hecho un buen concierto, una espléndida sinfonía, con independencia de los movimientos, pero nada. Había y hay demasiado poco virtuoso queriendo ser el solista principal con piezas que desentonan de forma constante. Impuestos, ETA, la ley de Memoria Democrática, la guerra, Rusia, la luz, la mesa de diálogo catalana, el gas, Venezuela, Madrid, el comunismo, el nuevo partido de Yolanda Díaz, las encuestas que empiezan a asomar, etc. Todo nos lo ofrecen mezclado sin ningún tipo de control, gusto, orden o movimiento. Chirría y no suena acompasado. Y quien dice debate sobre el estado de la Nación, dice cualquier otro acto que se les ocurra. Desde homenajes a víctimas del terrorismo hasta a simples comparecencias anodinas sin mayor interés que saber que tal o cual político está y hace algunas cosas o dice hacerlas.
Ahora, como llegan las vacaciones de verano para la mayor parte de los políticos, lo que escucharemos -crucemos los dedos- será silencio. Debería ser así, aunque, quién sabe. A tenor de cómo actúan en los últimos años, tengo la sensación, cada vez más palpable, de que vivimos un escenario de campaña electoral continua que nos arrastra de verbena mala en verbena mala.
Empezaba hablándoles de Geminiani. Lo escucho porque su obra me resulta intimista. Con seguridad, por eso me gusta tanto. Además, en un tiempo en el que se alza la voz para no decir nada o, lo que es peor, para insultar y humillar de cualquier forma al considerado contrario -esto se lleva mucho. Se ve que no somos capaces de decir que no estamos de acuerdo con alguien o con algo sin recurrir al argumento fácil del insulto-, prefiero el sentimentalismo intimista de Geminiani.
Alguno me dirá que tal vez esto ocurra porque nuestros políticos, la mayoría, son más de conciertos para solistas; para violín solista, por ejemplo, como los de Vivaldi, pero me temo que para eso hay que ser un auténtico virtuoso. Uno de verdad que sepa no solo tocar la partitura, sino también interpretar los adornos, florituras y alardes de todo tipo y género escritos en ella.
A Vivaldi le gustaba mucho ornamentar su música. Y el 'tempo', por supuesto, es igualmente importante. Hay que dominarlo y, de momento, nuestros dirigentes (dirijan o todavía no) tienden a entrar a destiempo y a salir como pueden que, visto lo visto, no favorece las necesidades del público asistente; es decir, las nuestras, las de la ciudadanía.
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