Reinventar la historia
Ahora, hoy, nos empeñamos en 'interpretar' la historia en función de nuestros propios pensamientos, dejando de lado hechos y realidades objetivas que no tienen lugar a interpretación, porque hay hechos que son como son, nos gusten más o nos gusten menos
Hace veintiún años, más o menos, cursaba Sociología y entre las optativas disponibles seleccioné Historia Contemporánea, en cuyos temas se trataban cuestiones muy peliagudas como ... podían ser la constante contienda entre Israel y Palestina -incluidas todas sus guerras-, el conflicto del Kurdistán -muy complejo y del que por aquellos años apenas había oído hablar- o algunas guerras más pequeñas en África, que no por pequeñas o lejanas eran menos importantes y que todavía hoy continúan. Estudiábamos su origen, la raíz que las provocó, con objetividad y de forma fría, sin que ello supusiera ningún problema para nadie de los que estábamos en clase. Ser objetivos, en Historia, es o debe ser fundamental. Era algo que se recalcaba desde el primer día, porque la objetividad lleva a la honradez y a la dignidad. Eso, a su vez, lleva a asumir los errores (propios y ajenos), a entender al contrario, a establecer vínculos y a intentar, sobre todo intentar, no repetir los mismos errores cometidos una y otra vez, como si en lugar de personas fuéramos hámsteres en una rueda infinita.
Sé que ahora no se lleva este principio. Lo sé. Lo veo. Lo leo. Lo escucho cada día. Ahora, hoy, nos empeñamos en 'interpretar' la Historia en función de nuestros propios pensamientos, dejando de lado hechos y realidades objetivas que no tienen lugar a interpretación porque hay hechos que son como son, nos gusten más o nos gusten menos. Pero cuando no nos gustan, alteramos la Historia un poco por aquí, la modificamos otro poco por allá y la 'reparamos'. Esto de la reparación estaría asociado a la corrección, es decir, a contar lo ocurrido de un modo que no ofenda, afrente, veje o hiera sensibilidades y, francamente, a pesar de que puedo entender las buenas intenciones de algunas personas al respecto, el resultado de todo ello es para hacer un estudio, porque el efecto es, en la mayoría de las ocasiones, ruboroso. Y es que, al final, lo que se hace al modificarla de tal modo es inventarla. Imaginarla. Crear una ficción. No es la realidad. No es la verdad. No es Historia.
Sería algo así, para que nos entendamos, como lo que llevamos a cabo los escritores cuando optamos por ubicar una historia inventada en un marco histórico concreto que sí es real. En función de las necesidades de la trama -siempre que no estemos escribiendo una novela histórica fiel, un estudio o un ensayo-, podemos cambiar algunos hechos, personajes, acontecimientos, escenarios, etc. a nuestro juicio, para que la narración imaginada cuadre con las necesidades de la trama. La diferencia está en que los escritores lo decimos (de forma general lo hacemos), porque no queremos que el lector crea real lo que no lo es. Los escritores nos basamos en la verosimilitud y no necesariamente en la veracidad. Veraz es aquel que dice, usa o profesa siempre la verdad, mas una novela, dentro del universo creado en ella, debe ser creíble, pero no necesariamente cierta. Tiene apariencia de verdadero, pero no es real.
Hoy se confunden veracidad y verosimilitud, pero lo hacen no en la ficción, sino en la vida real, en la Historia, en los discursos políticos y empresariales (de toda índole y color, aunque es cierto que hay algunos 'voxianos' que tienden a adornarla más). Así, la veracidad ha desaparecido o, al menos, se ha desfigurado. Eso provoca que nos olvidemos, en demasiadas ocasiones, de hacernos las preguntas adecuadas y reflexionemos sobre lo que ocurre a nuestro alrededor y qué consecuencias puede tener para nuestro futuro tanto a medio como a largo plazo.
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