Viajar por la isla de Mallorca
Como los turistas siempre son los otros, no nos cuesta creer que viajamos con la esperanza de la comprensión profunda de cuanto nos rodea
Viajo, principalmente, en busca del silencio y de la belleza, y agradezco toparme con las señales de la historia para tomar conciencia del paso del ... tiempo. En la búsqueda de ese silencio y de esa calma emprendimos viaje a Mallorca. Como los turistas siempre son los otros, no nos cuesta creer que viajamos con la esperanza de la comprensión profunda de cuanto nos rodea. Nos acomodamos en uno de esos hoteles brillantes (como colmenas galácticas), en el lugar de Magaluf. Aquí llegan los británicos por millares a emborracharse, pelearse y perder dignidad y conocimiento. Pero en marzo Magaluf está huérfano de ruido y disipación, los locales están cerrados, las papeleras vacías, las aceras tristes y la playa limpia como si la acabáramos de descubrir. En la antigüedad, durante la cultura talayótica, vivían en Magaluf los honderos baleáricos, que trabajaron como mercenarios en las guerras cartaginesas. Cuando no desembarcan las hordas británicas llegan Magaluf los jubilados de España animados por el Imserso, que es como una academia para el esparcimiento lúdico de los mayores, una facultad que educa en la propia conmiseración y en la recuperación de los deleites perdidos.
Alquilamos un coche para movernos libremente por la isla y viajamos en primer lugar a Manacor. Aquí vivió el rey Jaime, el Temerario, y Rafa Nadal, que también es temerario monarca del deporte de la raqueta. La imponente Iglesia de los Dolores, que parece catedral antigua, aunque no lo es, es digna de admirar y posee un rosetón sobresaliente. Nos acercamos a Porto Cristo, que es puerto de Manacor, un hermoso lugar de cuevas imposibles con bahía natural que se hace lengua alargada e insolente. Antes hubo aquí afanados pescadores. Ahora sólo lujosos barcos de distracción y recreo. Comimos un exquisito arroz ciego de mariscos. Giramos hacia el poniente en busca de Valldemossa, una villa hermosa que en el origen fue alquería árabe. Dos orgullos tiene Valldemossa. El primero y más antiguo, el ser cuna de una santa, Catalina Thomas, cuya imagen grabada en cerámica luce a la puerta de todas las casas para protegerlas. Y el otro orgullo es que fue éste un lugar elegido por Chopin, músico del mundo, para vivir un tiempo con su amada Aurora Dudevant (George Sand). En la Cartuja, donde vivieron, conservan como oro en paño sus objetos, incluido el piano en el que Chopin compuso varios preludios. Decía Chopin que Valldemossa era el lugar más hermoso del mundo.
Dedicamos unos días a recorrer los pueblos de la sierra Tramuntana, un paisaje austero salpicado de serbales y madroños, de olivos y almendros, de tomillos y romeros. En cada pueblo la guerra en Ucrania está presente mediante pancartas de apoyo a los ucranianos, banderas o recogidas de alimentos y medicinas, como en la iglesia de Andrach. En el Puerto de Andrach sí encontramos barcas de pescadores y en el aire flotaban los olores sustanciosos de la lonja. Nos emocionamos contemplando cómo el sol se ponía sobre el mar para convertirlo en espejismo de sombras encendidas. En Deyá, pueblo de artistas, las casas se agarran a la sierra para fundirse con ella. Aquí vivió Robert Graves y aquí fue enterrado.
Avanzamos de pueblo en pueblo como turistas irremediables que sueñan con ser viajeros extravagantes. En Sóller hay bullicio de turistas subidos a un tren de madera. Nos sentamos a contemplar la gaudiana fachada de San Bartolomé. Nos sorprendió Fornalutx, impecable y maravillosa borrachera de piedra. En Palma visitamos la catedral más luminosa de España, y el imponente Palacio de la Almudaina. Palma es ciudad enaltecida, onerosa y saturada de tiendas exclusivas y joyerías de perlas inverosímiles. Viajamos para colocar en la memoria nuevas tonalidades y dejar algún verso nuevo en la libreta de las resurrecciones. Subimos al imponente y bien conservado castillo de Bellver, donde Jovellanos pasó seis años de destierro. Allí están sus huellas, su genio, su desesperación. En Estellencs nos pilló la noche y las piedras se volvieron negras, el mar abismo y los gatos pardos. En Santa María del Camí había un mercado gigante en el que compramos queso, sobrasada y fuet. A Inca nos aproximamos casi sin querer. Allí fabrican calzado desde los tiempos de los árabes. Mallorca es hermosa por el Mediterráneo que la abraza y por la Tramuntana que la protege. Huele a romero y a brezo. Muchas culturas se fusionaron para hacer de Mallorca una tierra agraciada y luminosa.
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