Vieja y nueva política
Una sociedad que no produce cada vez tendrá menos que repartir:y el pedir dinero a otros se suele acabar tarde o temprano
Ignacio García-Arango y Avelino Acero
Lunes, 19 de junio 2023, 21:37
EL COMERCIO reflejaba días atrás el aumento de los contratos laborales indefinidos. Ello es una consecuencia de la nueva política laboral que, junto al sector ... exterior, ha mantenido al empleo a pesar de la caída de la actividad económica y la inflación. En cambio, fracasaremos al no alcanzar hasta 2024 la renta de 2019, que otros países de la Eurozona ya consiguieron en 2021. Este éxito habrá que profundizarlo, tras no olvidar que el buen comportamiento actual de la economía es un castillo de naipes que necesita cimentarse en sólidas bases fiscales y en una adecuada productividad, tanto para garantizar el crecimiento como para defendernos de los cambios de ciclo. Ello exige tomar en serio la inversión en capital humano e I+D+I, así como mejorar el marco institucional. Asimismo, hay que solucionar el déficit perenne y la elevada deuda pública que nos hacen esclavos de los mercados financieros internacionales y del BCE: los fondos europeos, si los gestionamos bien pueden ser una ayuda vital, aunque van regular.
Moralmente todo debe cristalizar en erradicar las cordilleras de precariedad generadas por las políticas anteriores. Fue una de las peores herencias que dejó don Mariano Rajoy, que en lugar de proteger a las clases medias y bajas, hizo la salida de la crisis de 2008 en beneficio de las oligarquías. Por eso cada día aumenta la precariedad y el desequilibrio social, hasta el extremo de que hoy tener un trabajo no permite salir de la pobreza ni llevar una vida digna. Ello no fue inevitable, pues otros países europeos salieron más equilibrados, sino que es el fruto de nuestro capitalismo castizo, nacido de un poder económico especulador y depredador, que desdeña la competitividad fundamentada en la innovación y la buena gestión. Y que, además, considera al Estado un instrumento suyo tras obviar el respeto a los derechos de los demás. Eso le llevó al PP a perder el apoyo que, tras la debacle del presidente Rodriguez Zapatero, obtuvo de unas personas que creyeron que sus sacrificios iban a beneficiar a todos. Y que, asimismo, apoyó al PP por defender unos valores culturales, territoriales y sociales comunes a la mayoría de los españoles, que el gobierno anterior quería sepultar bajo un pensamiento único, fruto de una alianza de minorías identitarias que querían imponer todo: desde las facetas más íntimas de nuestra vida física, hasta la religión, tras pasar por las costumbres, la cultura y la historia. Esa traición le hizo perder a don Mariano la mayoría: y así consiguió el poder el señor Sánchez. Este encabezó un gobierno minoritario fruto de amalgamar a todos los identitarios. Junto con ello, hizo políticas económicas vistosas al aprovechar las inmensas cantidades de dinero de Europa, que se están empleando desde criterios a corto plazo. En cambio, no sentó las bases para tener en el futuro una economía española autosuficiente y que incluso nos permita una posición de liderazgo, pues España no sólo es la entrada del mundo a Europa y una charnela de los sete marees, sino, que esta en ella la frontera más importante de ese mundo: la de África con Europa, que indefectiblemente tiene que fructificar.
Ahora se han convocado nuevas elecciones porque el presidente Sánchez ha considerado que procede plantear un Armagedón donde el bien es él: igual le valdría más hacer la campaña sobre sus políticas destacando las cosas que, como esta, hizo bien, tras abandonar las posturas savonarolescas en materias personales y sociales, así como en dejar de jugar con la identidad de España. Y, ademas, plantear la política económica como una misión común a largo plazo.
En nuestra opinión el señor Núñez Feijóo tiene que mantener su defensa de los valores que quiere la nación española. Así como, prometer una política económica racional que (dadas los características del entorno mundial) no será globalmente muy distinta a la actual. Así puede ganar, pero si después se vuelve a olvidar de las promesas y traiciona a sus votantes para gobernar en beneficio de las élites, pronto acabaría barrido como Rajoy. Confiamos en que, si gana, don Alberto tenga el sentido común que da Galicia y sostenga su gobierno sobre las dos piernas, la económica y la sociocultural, que harán andar a España. Decimos más: creemos que sería buenísimo que los dos partidos anduvieran por esos caminos del 'sentidiño', pues los españoles demandamos un cambio real, por lo que las estrategias se deben cimentar en la participación abierta de todos. Y en poner los intereses de todos por encima de los propios. Hay también que implantar políticas racionales, creíbles y fundamentadas en los asuntos que nos preocupan a todos, desde el equilibrio territorial de España, hasta el respeto a las costumbres de todos (aunque no sean las de sus dirigentes). Tras pasar por la búsqueda de una sociedad prospera y abierta, que cree riqueza para repartirla justamente en un país equilibrado socialmente (no olvidemos que en España el desequilibrio y la pobreza crecen de año en año), fundamentado en la justicia, en la moral, en la preparación y en la educación de las personas. Una sociedad en donde se cree trabajo y no ayudas tras renunciar a crear riqueza.
En nuestra opinión, los líderes deben hacernos progresar, no apoderarse de todo en su beneficio y en el de sus afines, tras perseguir a los que se oponen y deshumanizar, también, a las propias masas seguidoras, a las que solo les dan ayudas para que supervivan en la precariedad, entretenidas y abducidas por diversiones trufadas de propaganda. Y, así, los seres vegetarán deshumanizados hasta el momento en que los envíen al matadero. Seres a los que no se dice que vivirán cada vez peor, pues una sociedad que no produce cada vez tendrá menos que repartir: y el pedir dinero a otros se suele acabar tarde o temprano.
Gobierne quien gobierne, para alcanzar nuestras metas todos deben adoptar un nuevo modo de hacer política, fundamentado en la dignidad y la honestidad. Ello exige erradicar los gritos, insultos y descalificaciones para debatir como personas, tras recordar que lo que nos interesa a los humanos es tener bienestar en una sociedad estable, segura, tanto jurídica como económicamente, y confiada en su futuro. Ello exige líderes que expliquen las causas de los problemas, que aporten soluciones y que rindan cuentas, incluso dimitiendo si no han cumplido sus compromisos. La nueva política exige no convertir esta en el mercadeo de la vieja. Obliga también a respetar la separación de poderes y a evitar la intrusión del Ejecutivo (no hablamos sólo del actual gobierno) en el Legislativo y el Judicial, lo que erosiona la Constitución y favorece a quienes quieren romper la convivencia. Ello implica consenso entre los grandes partidos,
En otro plano, ese clima nos permitiría abordar las reformas estructurales en el funcionamiento de instituciones del Estado, la armonia territorial, los diferentes niveles del sistema educativo, las pensiones, el sistema sanitario, la administración de la justicia y las infraestructuras, físicas y técnicas.
Reformas que jamas se acometen y que implicarán cambiar normas, sistemas de gestión e incentivos, con el fin de que todo funcione en beneficio de toda la sociedad. Ello llevará al progreso de ella y de nuestra economía. Desde otro punto de vista, se mejorara nuestra credibilidad en el mundo y en la Unión Europea. Todo ello debe ser adoptado con el máximo consenso posible, porque solo así el resultado será estable en el tiempo, por encima de cambios en las mayorı́as de gobierno. Asimismo, deben abordarse desde el conocimiento y el análisis de todas las implicaciones y consecuencias. Además, hay que hacerlo con sensibilidad hacia los más afectados por los cambios y también con respeto al conocimiento de los profesionales conocedores de los asuntos. En nuestra opinión, es un asunto urgente y vital por lo que el próximo gobierno deberı́a plantearlo sin dilación, pero también sin precipitarse ni embarullarse.
Por eso hacemos sonar nuestras trompetas de Jericó.
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