Algunas preguntas que están a la espera de respuesta
Una respuesta serena y razonable podría, tal vez, orientar la política migratoria en España de una manera diferente de la que actualmente se lleva a cabo
La inmigración, ilegal o irregular, que ya los franceses llaman 'inmigración invasiva', y que de forma realmente llamativa aumenta en España, permite pensar objetivamente que ... pueda dar lugar a que, con ella, se produzcan problemas sociales, económicos y de orden público, que ya hace años se están viendo en Europa, donde existen barrios enteros ocupados por los llegados de África, principalmente, en que los nacionales, cuando menos, son mal vistos si penetran en ellos.
El cambio que se puede producir en nuestra Nación con este tipo de inmigración nos hace recordar las palabras de Novalis, el gran romántico alemán que en el siglo XVIII ya se lamentaba de la islamización que poco a poco se iba produciendo y que le hizo decir: «Fueron resplandecientes aquellos años en que Europa era un país cristiano, en que una Cristiandad vivía en esta parte del mundo, humanamente configurada y un interés comunitario unía a las más lejanas provincias de este vasto imperio espiritual».
Ante la actual situación que se presenta en este orden de cosas en España, el pueblo soberano, que siempre ha sabido donde 'le aprieta el zapato', desearía que se le contestase, de manera clara, a las siguientes preguntas:
¿A qué se puede deber que nuestras fronteras, especialmente las marítimas, tengan sus puertas abiertas de par en par, permitiendo la entrada en territorio español a cientos y cientos de inmigrantes ilegales, procedentes especialmente del continente africano?
¿Cuáles pueden ser las razones para que este espíritu aparentemente acogedor, por muy humanitario que sea, no se vea que pueda causar perjuicios del más diverso tipo a los ciudadanos españoles, al estar con frecuencia estos inmigrantes desprovistos de documentación, sin certificados sanitarios y, por si fuera poco, sin profesión oficialmente conocida?
Habida cuenta que en las relaciones internacionales se practica siempre, de forma más o menos explícita, el principio «te doy a cambio de que tú también me des», cabe preguntar ¿qué es lo que recibe España con esta inmigración invasiva y qué es lo que da a cambio?
¿Tiene el Estado español las estructuras necesarias, sociales y económicas, para dotar a tales inmigrantes desde el mismo momento que pisan tierra española para dotarles de una atención suficiente que les permita iniciar una vida de trabajo digna y paralela a la de los españoles?
¿Existirá quien crea, de verdad, que estos hombres, mujeres, niños y niñas, algún día podrán integrarse de una forma adecuada, aceptando nuestra cultura, manera de pensar y sentir y nuestras creencias?
Teniendo España uno de los niveles más altos de toda la Europa Comunitaria de paro ¿se podrá dar en plazos breves, tras su llegada a estos inmigrantes, puestos de trabajo fijos, y tan aceptables como los que disfrutan los españoles?
¿Estará dispuesto nuestro sistema de educación para dotar a los niños y niñas, que a veces, son casi recién nacidos, para permitirles conocer el idioma español, sin que tampoco olviden su propia lengua?
¿ No podrá suceder que los Gobiernos que tengan el poder, decidan, como se susurra, proceder a su regularización a los que lleven un determinado tiempo en España, o quizá sin exigir tal requisito, y que como ello suele llevar unido la posibilidad de ejercer el derecho al voto, que tales beneficiados sientan la obligación de votar teniendo en cuenta que son 'estómagos agradecidos' y decidan elegir al Gobierno que les regularizó, con las consecuencias en el número de votos emitidos, para bien o para mal, de los diversos partidos políticos?
Una respuesta serena y razonable a todas estas preguntas, podría, tal vez, orientar la política migratoria de una manera diferente de la que actualmente se lleva a cabo.
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