Martes de bollo, tambor y gaita
La fiesta del Martes de Campo pasó momentos difíciles y en 1929 el mayordomo llegó a anunciar la disolución de la cofradía
IDOYA REY
Lunes, 25 de mayo 2015, 01:25
Hay en Oviedo dos momentos del año que marcan ese paréntesis del periodo estival, el Martes de Campo y las fiestas de San Mateo. Así es en el presente, pero así lo recogen también algunas crónicas que se remontan al siglo XIX. Aunque para encontrar el origen de la festividad que la ciudad celebrará mañana y con la que saluda al relajo veraniego, a esa época de pasar tiempo en la calle y en los parques, hay que retroceder mucho más. Hasta el siglo XIII cuando Velasquita Giraldez, mujer de alta alcurnia, firmó un testamento dejando caudales y un hospital con diez camas, así como otro bienes inmuebles, a la cofradía de los alfayates, de los sastres. A cambio, solo pedía celebrar una misa anual por su eterno descanso. La cofradía pasó a llamarse La Balesquida.
Era antiguamente un domingo de mayo, que después se trasladó al martes de pascua florida, cuando se celebraba la misa tras una procesión desde la capilla de Nuestra Señora de Balesquida. Se disponía el almuerzo para los clérigos y cofrades que constaba de un torrezno, bollo y vino. Ese es el origen del bollu y el vino que se toma en el Campo de San Francisco.
Pero la historia de estos casi 800 años pasó por momentos difíciles, como relata Carlos del Cano en su próxima publicación sobre la 'Historia del ocio en Oviedo'. Hubo un momento incluso en el que la cofradía llegó a anunciar su disolución.
Durante el bienio progresista, relata Del Cano, el ministro de Hacienda Pascual Madoz acomete una desamortización para poner a la venta todas las propiedades del estado, del clero, órdenes militares y también cofradías. El hospital y resto de propiedades de la cofradía de La Balesquida fueron declaradas como enajenables. Los cofrades escribieron una carta a la Reina Isabel II, que años antes había sido nombrada hermana mayor de la cofradía. Lograron salvarla y en 1865 la prensa anunciaba el término de una semana «de animación, de algaraza, de comedias y paseos de bullanga y distracciones. De música, tambor y gaita».
El alivio duró unos pocos años porque las tristes circunstancias por las que pasaba España en 1898 hicieron que la cofradía decidiera suprimir toda clase de diversiones y celebrar la Balesquida «con toda la sencillez posible». La recomendación no logró frenar las ganas de fiesta.
El declive de las celebraciones que comenzó en el siglo XIX se arrastró hasta los años XX, cuando La Balesquida vivió una gran crisis. Los cronistas hablaban en 1924 de los festejos como «un mal engendro, una sombra ridículamente caricaturesca» de lo que había sido. Se hablaba de las desaparición inminente del Martes de Bollu. Cinco años más tarde la situación no solo no había mejorado, sino que había decaído hasta el punto que el mayordomo de la cofradía llegó a anunciar su disolución. La prensa anunció que «convocado el cabildo de la cofradía por tres veces sin que asistiera a ninguno los cabildos ni cofrades», se decidió la disolución de la misma. Un grupo de ovetenses liderado por Ramón Prieto Pazos acudió en su rescate y así nació en 1930 la Sociedad Protectora de la Balesquida. Vive ahora el país tiempos de crisis y durante esta semana la Protectora ha insistido en la necesidad de doblar los socios, de pasar a ser 8.000 para garantizar la pervivencia de una tradición que suma 800 años, del Martes de Campo.