Abandono en Anieves: «Vivimos atrapados bajo un techo que se cae»
El desplome de un tejado revela las condiciones de vida «lamentables» de los últimos propietarios, que resisten sin agua caliente ni calefacción
El estruendo en el barrio de San Roque el pasado 14 de junio, en Anieves, fue mucho más que el sonido de tejas y vigas rindiéndose a la gravedad. Fue la banda sonora final tras años de abandono. El tejado de uno de los bloques de viviendas sociales, incluido en un ambicioso plan del Principado para ser «bunkerizado» y regenerado, se vino abajo. La fortuna quiso que no hubiera heridos, pero el derrumbe ha dejado al descubierto una realidad tan precaria como la estructura del edificio: la de las últimas familias que resisten en su interior, atrapadas en un laberinto burocrático y en unas condiciones de vida «lamentables».
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El proyecto oficial, impulsado por la Consejería de Vivienda, busca convertir la localidad en «un barrio más de Oviedo» a través de una regeneración habitacional, urbana y social. Sin embargo, aún queda mucho trabajo por delante y el grupo de trabajo constituido con técnicos y vecinos no se volverá a reunir hasta septiembre para definir actuaciones a corto y medio plazo.
Tras el suceso, bomberos y técnicos de Vipasa inspeccionaron el inmueble. La primera versión apuntaba a que «no hay daño estructural» y que el desplome podría ser «fruto de la manipulación humana». Los afectados; sin embargo, sostienen que no es así. «Lo que cayó del tejado fue por causas naturales, no fue intencionado ni tirado por nadie», asegura con rotundidad el hijo de un matrimonio de residentes.
Ellos son los últimos guardianes, junto a otra propietaria, de un edificio que se cae a pedazos mientras esperan una solución que parece tan lejana como los planos del nuevo barrio regenerado de Anieves.
Su día a día es un relato de supervivencia. «Las condiciones en las que viven son lamentables, no se puede vivir así», denuncia. «El tema de la higiene es nulo, hay ratones; llevamos tres años, tres inviernos enteros, sin calefacción y sin agua caliente». Una situación límite que se ha topado una y otra vez con la «indiferencia» administrativa. El futuro de estas familias pende de una sola palabra: permuta.
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Un realojo prometido que se ha convertido en una promesa etérea. «A día de hoy, ni mis padres ni la otra propietaria sabemos absolutamente nada de dicha permuta», explica, para denunciar a renglón seguido que la burocracia se ha transformado en un callejón sin salida. «El Principado de Asturias no nos dice nada y Vipasa nos dice que, como somos propietarios, ellos no pueden hacer nada».
Sin ayudas
Su situación es muy compleja. Al ser dueños de sus pisos, no tienen acceso a las ayudas y soluciones de emergencia destinadas a los inquilinos en situaciones precarias. Pero al mismo tiempo son prisioneros de una propiedad invendible y ruinosa, sin los recursos necesarios para abandonar un hogar que ya no es seguro. Se sienten «desamparados» por un sistema «que no contempla» su situación.
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El derrumbe de junio fue la gota que colmó el vaso de la paciencia. Tras el desplome, con el miedo aún en el cuerpo, María Elvira García, la vecina del segundo piso, acudió a la asistenta social en busca de una solución de emergencia, un techo seguro bajo el que pasar la noche. La respuesta fue tan burocrática como desoladora: Le dijeron que no «porque estamos pendientes de la permuta».
Apenas diez días antes de la caída del tejado, el director general de Vivienda, Jesús Daniel Sánchez, presidía una reunión con representantes del Ayuntamiento y de movimientos vecinales para abordar de forma conjunta las actuaciones que se van a realizar en la localidad. Por ahora, un grupo de trabajo del que deberán salir soluciones.
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