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El asesinato de Tatiana Coinac, la escort moldava de 44 años hallada muerta en su piso de la calle Ámsterdam de Oviedo en marzo de 2023, ya está cerrado. La presidenta del Tribunal del Jurado de la Sección Segunda de la Audiencia Provincial, María Luisa Barrio Bernardo-Rúa, ha sentenciado al cabo Adán Feito a cuarenta y dos años de cárcel por violar y matar salvajemente a la mujer. El exmilitar, de 35 años en el momento del crimen, reconoció los hechos el viernes pasado por videoconferencia y aceptó la pena, acordada por las partes, a treinta años de prisión por el delito de asesinato y doce más por la agresión sexual. La sentencia, a la que ha tenido acceso EL COMERCIO, es firme refleja en sus ocho folios la saña y la brutalidad de un crimen que conmocionó a Oviedo cuando faltan poco más de dos semanas para que se cumplan dos años del hecho.
Feito, en prisión preventiva desde mayo de 2023, deberá indemnizar a la madre de la víctima, a la que no podrá acercarse y que ha contado con la asistencia legal durante el proceso del letrado José Manuel Fernández González, con 200.000 euros en concepto de responsabilidad civil. También deberá someterse a un programa de educación sexual.
La jueza expone con claridad los hechos de aquel 9 de marzo que el propio asesino ayudó a la Policía Nacional a reconstruir tras ser detenido, dos meses después del crimen. Relata cómo el cabo llegó a la casa de la escort y cómo, poco después, le realizó la técnica del 'mataleón' hasta dejarla sin vida y cómo la dejó en la bañera para tratar de limpiar la escena antes de irse del piso.
El relato arranca a principios de febrero de 2023, fecha en la que Feito conoce a Tatiana Coinac a través de diferentes páginas web de contactos donde la víctima ofrecía sus servicios sexuales como escort y masajista erótica. Tras un primer encuentro por esas fechas, cerca de un mes después, el hombre contactó de nuevo con ella por teléfono y acordaron una nueva cita para el 9 de marzo. El militar, expedientado pero con intención de volver al Ejército en algún momento por otros casos de violencia sexual hacia una excompañera, se dirigió a Oviedo desde Pola de Lena en su coche. Una vez en Oviedo, tras aparcar el vehículo en las inmediaciones de la calle Leitariegos, llamó a Tatiana hasta en seis ocasiones para encontrarse con ella. Una vez en el portal del edificio, llamó al timbre y ella le abrió «ante la creencia de que se trataría de un encuentro profesional más», recalca la sentencia.
El horror se desató dentro. En el dormitorio, y «con claro ánimo de satisfacer su deseo sexual», Feito cogió dos fundas de almohada que se encontraban sobre la cama y amordazó a la moldava con un nudo fuerte, «impidiendo así que pudiera pedir auxilio». Además, valiéndose de otra prenda, le anudó fuertemente las dos muñecas, con lo que imposibilitó cualquier opción de defensa. A continuación, la violó «de forma absolutamente violenta» y «sin que la víctima pudiera hacer nada para evitarlo». Cogió un bote cilíndrico de lubricante y se lo introdujo reiteradamente por el ano, lo que le causó múltiples desgarros.
La cosa no acabó ahí. «Con la única intención de terminar con la vida de la mujer, así como de causarle el máximo sufrimiento posible (más allá del estrictamente necesario para causarle la muerte)», el hombre se colocó por detrás de la mujer y la estranguló utilizando la técnica del 'mataleón'. Ella, de espaldas, «no pudo prever el ataque». Dada su formación militar, el cabo Adán conocía a la perfección esta técnica. Agarró fuertemente el cuello de la mujer entre sus brazos y se dejó caer sobre la cama con ella encima. Estuvo así entre siete y diez minutos, apretando sus brazos con fuerza y una violencia de gran magnitud, hasta que Tatiana dejó de respirar. Fue tal la violencia que llegó a fracturarle las astas derecha e izquierda del hueso hiloides y la vértebra con sección medular alta completa, lo que produjo su muerte.
Consciente de que había logrado acabar con su vida, la colocó en posición lateral para trasladarla al cuarto de baño, «cargándola como un herido de guerra», y dejó el cadáver dentro de la bañera. A partir de ahí se tomó su tiempo. Se dirigió a la cocina, cogió unas tijeras de un cajón y regresó al baño, donde cortó a jirones la ropa de la mujer. La tiró a una papelera junto con las dos fundas de almohada que había utilizado como mordaza, la desnudó completamente y abrió el grifo. Mientras se llenaba la bañera, volvió a la cocina a dejar las tijeras y regresó al poco tiempo. Esperó unos minutos, cerró el grifo una vez la bañera estuvo llena de agua y se fue del piso. En total, 57 minutos de terror en la calle Ámsterdam. Fue lo que tardó en entrar y salir, y así lo atestiguaron las cámaras de videovigilancia de la zona. Regresó a Pola de Lena junto a su mujer y su hijo a eso de las siete y cinco de la tarde en su coche.
La Policía Nacional, tras una llamada de alerta de la madre de Tatiana desde Benicarló al no lograr contactar con su hija durante días, halló el cadáver durante la mañana del domingo 12 de marzo. Tras dos meses de intensas pesquisas, que estuvieron coordinadas por la Comisaría General de Madrid, el cabo fue detenido el 29 de mayo. Indicios había más que de sobra: su ADN en las fundas de almohada con las que amordazó a la escort y en la peluca que esta utilizaba; su contacto sin tachar en la agenda de citas del día indicando que había sido el último cliente en acceder al piso; sus huellas y las del mismo calzado que llevaba cuando lo interceptaron los agentes en Pola de Lena. Confesó los hechos en la jefatura, y aunque en su primer paso por el juzgado optó por no declarar y después vino manifestando que los hechos de los que se le acusa «no son ciertos», terminó reconociendo su culpabilidad el viernes pasado en la Sección Segunda.
En su fallo, que ha sido remitida al Tribunal Militar Territorial Tercero, la jueza condena a al militar como responsable de un delito de asesinato, con la concurrencia de las atenuantes analógicas de confesión y dilaciones indebidas, a treinta años de prisión, con la accesoria de inhabilitación absoluta durante el tiempo de condena y la medida de libertad vigilada por un periodo de diez años. En ese tiempo, y sólo una vez cumplida la pena de cárcel, deberá estar siempre localizable mediante aparatos electrónicos, comunicar inmediatamente cualquier cambio del lugar de residencia y tendrá prohibido acercarse a la madre de la víctima. Por otro lado, y como responsable del delito de agresión sexual, en el que concurren las mismas atenuantes y la agravante de reincidencia, doce años adicionales, con inhabilitación absoluta durante la condena y especial para cualquier profesión que conlleve contacto regular con menores durante 32 años. Después, cuando salga de la cárcel, también otro periodo de diez años de libertad vigilada. En ese sentido, deberá participar en un programa de educación sexual y deberá indemnizar a la madre de la víctima con 200.000 euros.
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