La creación es toda su vida
Trabajo. Escultor con una vida intensa marcada por sus comienzos en el Oviedo conservador de los años sesenta del pasado siglo que le cimentaron un espíritu transgresor. Busca «ese algo especial que me ponga en el disparadero de los máximos interrogantes artísticos»
Creador, transgresor, sensato, abuelo. Lleva gafas al estilo 'quevedos' de dos colores que le dan un aire juvenil a sus 80 años. Ocho décadas de Grado a Oviedo siempre con la creación artística en el centro de su universo. Es como si en cada objeto viera lo que hay dentro y sólo tuviera que quitar lo que sobra.
Fernando Alba Álvarez (La Folguerosa, Malleza, Salas, 1944) llegó a Oviedo para estudiar en la Escuela de Artes y Oficios con el miedo de sus padres «de que me muriera de hambre». Enseguida se fue haciendo un sitio en el panorama artístico ovetense, «que en aquellos tiempos (franquismo) era una sociedad muy hostil con el arte porque todo era muy conservador».
Y esa hostilidad seguramente le multiplicó un sentimiento transgresor y provocador con el que buscar su propia identidad. «Conocía gente con inquietudes artísticas como Carlos Sierra o Antonio Areces. Yo llevaba bastón, melena y muchos colores en el vestir para diferenciarnos, para sentirnos más artistas y que los demás lo supieran, y eso nos llevó a que en muchos momentos nos llamaran maricones por el pelo y el color. Estábamos descubriéndonos a nosotros mismos y vivíamos de la estética con toda la ingenuidad del mundo y la inconsciencia de la juventud».
Aunque se muestra orgulloso de que «nunca me he dejado experiencias atrás sin vivirlas», reconoce que «de joven siempre fui un poco mayor y de mayor un poco joven». Es decir, lo suficientemente sensato para evitar algunos pecados de juventud y seguramente muchos pecados de vejez.
Empezó como tallista de la mano de Jorge Martínez Jordán, que «determinó mi vocación porque trabajaba el mármol como si fuera manteca y me mostró el camino de la escultura. Empecé a dibujar y a modelar».
Sus padres se trasladaron de Grado a Oviedo y abrieron un bar en Silla del Rey donde Alba trabajaba por las noches para ganarse unos durillos. «Los amigos iban a ligar y a tomar copas y yo a trabajar al bar».
Se hizo un nombre en la escultura y fue haciendo piezas reconocidas como la reja del Banco de Langreo (ya desaparecida) o las puertas gigantescas de la tienda Las Novedades, en la esquina de Gil de Jaz con Ventura Rodríguez, que «ahora están desmontadas en el interior del local, creo».
Tiene un nieto ya veinteañero, Óscar, con el que se le cae la baba aunque lo intenta disimular. «Babeo lo justo pero nos queremos un huevo y escucha las palabras del abuelo».
Nadie que le conozca dudaría cuando dice que su vida es crear porque más que todas las cosas es creador. De hecho, se va por la mañana a su estudio en San Claudio desde que se jubiló como profesor de la Escuela de Artes y Oficios «a trabajar, a meditar, a encontrar ese algo especial que me ponga en el disparadero de los máximos interrogantes artísticos». Y pasa allí el día pues algunas veces le dan las uvas en el taller. «Mi vida tiene que ver al cien por ciento con la creación, no puedo sustraerme y la creación ocupa todo mi tiempo».
Tiempo de crear, tiempo de vivir.