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Raquel Fidalgo
Sábado, 26 de abril 2025, 19:16
Hace apenas unos pocos meses, en pleno invierno asturiano, el hostelero Juanjo Cima (Las Tablas del Campillín) e Iván Noval (Heladería Islandia) encendieron la chispa de lo que promete ser el helado del verano en Oviedo, Gijón y quién sabe si más allá: helado de pote asturiano. Un sabor que homenajea al emblemático plato de cuchara de la región y que ya ha conquistado paladares en Oviedo y Gijón. Su acogida ha sido tal que incluso quienes no piden el menú del día se acercan únicamente a probar este curioso y sabroso invento que mezcla tradición e innovación gastronómica.
Todo comenzó con una idea que venía rondando en la cabeza de Juanjo desde el Pote Day celebrado el 28 de febrero. «Desde aquel día tenía claro que tenía que hacer un helado que no existía. Igual que hay helado de fabada o de queso Cabrales, ¿por qué no de pote?», se pregunta.
Con esa visión entre ceja y ceja, se puso manos a la obra para reivindicar lo de siempre, lo auténtico, en un mundo cada vez más volcado en sabores internacionales. «Está bien que haya helado de hamburguesa, pero se nos está olvidando lo nuestro», defiende con convicción.
El proceso no es sencillo ni rápido. Juanjo Cima cocina un pote tradicional durante dos horas, con todo el mimo y sabor que requiere, y luego lo envía a Iván Noval, el heladero detrás de la alquimia final al frente de la mítica heladería gijonesa. «Cuando me llegó, no me lo propuso, me lo impuso», bromea este último. «Me dijo: hay que hacer helado de pote sí o sí». Y lo hicieron.
Una vez recibido el pote, Noval lo desengrasa cuidadosamente y de cada elaboración sacan unas tres tarrinas, lo que equivale a unos doce o quince kilos de helado en función de la cantidad de pote. Eso sí, con una pequeña modificación: eliminaron la morcilla, que dominaba demasiado el sabor.
«Queríamos que supiera a pote, no sólo a morcilla», explica Cima. La presentación del helado también mantiene ese espíritu tradicional, con una decoración de hojas de berza y pequeñas bolas de pimentón de la Vera por encima. Una estética que sorprende y conquista, especialmente en Gijón, donde este verano podrá pedirse en tarrina o cucurucho, aunque en Oviedo tampoco se va a quedar atrás.
Más allá del sabor, el proyecto tiene una dimensión casi emocional. «Para mí, ya he triunfado si alguien de fuera prueba este helado y descubre que existe este plato tradicional asturiano. Si gracias al helado luego lo pide en un restaurante, misión cumplida».
Su siguiente sorpresa, cachopo de chocolate. «Ya estoy trabajando en ello y espero sacarlo pronto», comenta.
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