En el límite entre Oviedo y Colloto
Algo más de ochocientos vecinos residen en esta localidad entre la naturaleza y situada a menos de siete kilómetros de la capital
COVADONGA DEL NERO
Lunes, 3 de octubre 2022, 00:25
Allí por Colloto, para muchos desconocido, a unos siete kilómetros del centro de la capital asturiana, aún dentro de los límites del municipio, se erige la parroquia de Limanes, que nació como un núcleo muy disperso, de carácter rural, donde la agricultura y la ganadería eran primordiales para la subsistencia y supervivencia de sus vecinos. Ahora, con algo más de 800 vecinos continúan viviendo entre naturaleza, a escasos minutos de La Tenderina, por un lado, y a Colloto, por otro.
Una parroquia que cuenta con presencia en el concejo de Oviedo, sí. Pero también tiene su pertenencia al municipio de Siero. Todo cambia allí donde está la estatua de Fleming. Sus vecinos recuerdan siempre la anécdota de la vivienda que existe en el límite mismo: mitad ovetense, mitad sierense.
Donde siempre hubo caleyas, y ni un solo camino, donde ir de dos puntos, ahora unidos por carreteras, era una odisea; ahora es una parroquia rural, a escasos metros de la ciudad, con vida en ambos núcleos. Allí, en los últimos treinta años, las edificaciones y la urbanización de las vías ha mejorado y cambiado mucho. Decenas de viviendas nuevas han sido construidas en las últimas décadas, en un aluvión de habitantes que buscaban la tranquilidad y el aire limpio, a escasos metros de su ciudad, de su puesto de trabajo.
Esta parroquia cuenta con varios pueblos bajo su manto. Caravia, La Rebollá, El Barreru, Roces, Villamiana o Faro. Precisamente este último es el más conocido de todos probablemente. Se debe a su historia, a su interés por mantener vivo un oficio medieval como es la alfarería. Y no solo eso, sino también por las peculiaridades de esta práctica en Faro: su barro, marrón en la creación de la pieza, se convierte en negro al cocer. Sin trampas, sin ahumados.
Además, entre sus casi cuatro kilómetros cuadrados de parroquia, cuentan con la capilla de Santa María de Limanes, que fue iglesia, pero acabó en ruinas tras la guerrra civil. Fueron sus propios vecinos quienes juntaron las ganas y sus aportaciones para volver a levantarla. Así, acabó siendo capilla. Siguen invirtiendo para que tenga su mejor 'cara'. Unos vecinos que se esfuerzan porque Limanes mantenga su calidad.
«Antes ir a Oviedo era como irte de viaje»
Javier y Demetrio Alonso son ya la tercera generación de una familia que no dejó de apostar por Limanes desde que, entre 1938 y 1940, su abuelo, Manuel Alonso, decidiera abrir una tienda-bar, de las que «tenían de todo, sobre todo alimentos, más que bar». «De aquella, los vecinos apuntaban lo que debían en la libreta y cuando cobraban a final de mes ya hacían las cuentas con mi abuelo», recuerda de historias contadas por su padre, Javier. En aquel momento, decidió abrir El Mancu, que era «un 95%, tienda y un 5%, bar» aproximadamente. Pensando en cómo han cambiado las cosas, «el negocio ahora es lo contrario: un 95%, bar y un 5%, tienda».
Y es que, por aquel entonces, y ya con su padre como dueño del negocio familiar, «ir a Oviedo era como irte de viaje, igual pasaba una vez al mes, y eso los pocos que podían; ahora vamos cuatro veces al día». Por aquel entonces, y hasta «hace unas décadas, la gente vivía con vacas, ovejas, gallinas... en sus casas y todas tenían un huerto y vivían de él», explica Alonso. Ahora, «el que tiene un huerto es por gusto, como 'hobby». Limanes, para él, se ha convertido «en ciudad dormitorio más o menos».
Los dos hermanos se criaron siempre en el negocio, que amplió su padre en los años setenta con «un aumento de la nave», en señal de la actividad que allí existía. Ahora también cuentan con piensos y con un invernadero, desde 2010. «Nosotros siempre vivimos en Limanes y no queremos irnos». En los cambios más destacables para los hermanos es que «antes era mucho más rural, ahora mantenemos la tranquilidad y la naturaleza de una parroquia, pero muy cerca de la ciudad». De hecho, «tenemos todos los servicios a unos ocho kilómetros, en Oviedo, pero también tenemos muy cerca Siero».
«Vivir en Limanes no se puede comparar con vivir en cualquier pueblo con cualquier barrio, además, muy bien comunicados», resume.