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MARIO ROJAS
Pone calles y plazas a mover el esqueleto

Pone calles y plazas a mover el esqueleto

Derrocha simpatía. Es el responsable de los bailes de los centros sociales. Ha trabajado de encofrador, delineante o montador de colchones pero desde hace 25 años su profesión es bailar; fue subcampeón de Europa de Charlestón y comanda una legión de fieles seguidores

Domingo, 20 de abril 2025, 02:00

Ha sido encofrador, montador de colchones, repartidor de bebida, delineante, trabajó en una central farmacéutica y desde hace 30 años se dedica a bailar, principalmente por las plazas de la ciudad en actividades organizadas por los centros sociales municipales y asociaciones pero también como animador en eventos, cumpleaños o bodas. Su vida es el baile y además de hacerlo bien, no en vano ha sido subcampeón de Europa de charlestón junto a su mujer, Laura, tiene 'locas' a personas de todas las edades con su actividad 'Bailoterapìa en la calle', que encandila a todos los que participan, que son legión. De hecho, «cuando «se inauguró la plaza de la Cruz Roja nos juntamos 145 personas para bailar en línea».

Con sus dos mernanos a su izquierda.
Durante una competición de baile con su mujer.
La familia al completo en un evento.

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Tiene cara de buena persona y unos ojos que sonríen en simbiosis con su boca. Habla despacio, no parece tener doblez y arrastra tras de sí una estela carismática que sorprende en un primer momento, pero que se explica al minuto de escucharle hablar, expresarse y mover las manos.

Amador Valdés Villanueva (Oviedo, 1975) hace mover el esqueleto en las calles a personas de entre «los 55 y los 94 años de Oliva, mi alumna menos joven, aunque se acerca gente de menor edad y cada vez más hombres».

Hijo de José Ramón, pastelero en Santa Cristina, y María Luisa, y hermano de Hilario, cura de Pumarín, y de su gemelo Gonzalo.

La niñez la pasó en Santa Ana de Abuli «jugando delante de casa». Estudió en el Hispania y después hizo maestría en delineación en el Instituto Politécnico Fleming «con la nota más alta del curso».

Empezó Ingeniería Industrial «pero lo tuve que dejar porque al fallecer mi padre había que ponerse a trabajar pues la pensión de mi madre no daba para mantener a tres».

Por esas fechas comenzó el idilio con el baile. «Estaba mustio por haber dejado de estudiar y unos amigos me convencieron para que fuera a cursos de baile de salón, así que empecé en el centro social de Ventanielles y como casi no había hombres, la profesora, Silvia Suárez, me llevaba por otros centros sociales para que bailara con las chicas».

«A los tres meses una profesora cogió una baja y como se me daba bien me propusieron dar sus clases y hasta hoy, aunque al principio compaginaba el baile con mi trabajo en una empresa de hormigón. Empecé con los centros sociales de Tudela Veguín, Anieves, antiguo Tartiere, La Argañosa, Pumarín y Guillén Lafuerza». Y en ese último llegó el amor. Era el mes de abril de 1995. Empezó a salir con Laura, una alumna «que piraba clase en Ventanielles para ir a bailar».

Amador Valdés empezó con la 'Bailoterapia en la calle' hace 15 años porque las mujeres me decían que querían una clase de baile en la que no se necesitara pareja». Su mujer y sus hijos son su pasión pero sus alumnos no están lejos porque «perdí a mis padres pronto y para mi las alumnas y alumnos son como una familia. Siempre me traen cosas y me cuidan muchísimo». Y no es para menos porque Amador además de bailar bien, se hace querer.

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