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En la Cámara Santa, Gallego delante de la Cruz de la Victoria y la Caja de las Ágatas. MARIO ROJAS
«El robo fue un revulsivo para Oviedo, se llevaron nuestros signos de identidad»

«El robo fue un revulsivo para Oviedo, se llevaron nuestros signos de identidad»

Benito Gallego, Deán de la Catedral, testigo tras el asalto a la Cámara Santa en 1977: «Me sentí muy mal. No nos lo podíamos creer, la Cruz de los Ángeles tenía un brazo roto, quedaba en pura madera»

DANIEL LUMBRERAS

OVIEDO.

Domingo, 13 de agosto 2017, 03:06

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Hace cuarenta años, Benito Gallego (Villamoratiel de las Matas, 1943) era el canónigo más joven de la Catedral. Hoy es testigo de excepción de los primeros tras el asalto que conmocionó a Asturias y a España: el robo de las partes valiosas de la Cruz de los Ángeles, la Cruz de la Victoria y la Caja de las Ágatas a manos, según la sentencia, del pontevedrés José Domínguez Saavedra.

-Llevaba dos años de canónigo.

-Año y medio, porque empecé el 8 de enero de 1976. Estaba dedicado específicamente a mi labor de penitenciario (confesor principal). El robo fue la noche del 9 al 10. Al día siguiente se abría a las nueve la Catedral. Entramos juntos Ignacio Laizola, capellán de las Pelayas, y yo. Veníamos tranquilamente a nuestra labor diaria y vimos algo extraño en el balconcillo del crucero que da a la Cámara Santa: una cuerda colgada. Miramos alrededor y vimos algún lampadario, que era de cera, un poco forzado. Cogimos las llaves, fuimos hacia la Cámara y... un impacto muy grande.

-¿Cómo se sintió?

-Muy mal. No nos lo podíamos creer. Vimos deshechas las piezas que tenían oro y piedras preciosas. Comprobamos que la Cruz de los Ángeles tenía un brazo roto, quedaba en pura madera. Vimos también una lata de conservas, mejillones o sardinas, y algo de fuego que se había hecho con un periódico o similar. Inmediatamente bajamos y llamamos a la Policía, además de que ya iban llegando los demás canónigos. Con esa impresión, no quisimos tocar nada. Nosotros cerramos la Cámara esa temporada. No nos lo imaginábamos.

-¿Cuál fue la reacción capitular?

-De incredulidad. Muy impresionados, sobre todo los canónigos mayores y más responsables, como el deán, Demetrio Cabo, y Luis Cortina, que era el encargado de las llaves. Luego, declaraciones a la Policía, fueron tomando pruebas de cómo estaba todo. Nos preguntaron allí, todo sobre el terreno.

-¿Puede reconstruir el robo?

-La impresión con la que me quedé fue que Saavedra, al cerrar la Cámara Santa, se quedó escondido en una escalera. No era difícil como estaba aquello: no había seguridad, no había alarmas. La gente entraba dentro del 'camarín', estaba abierta una verja más leve. No había ni un horario fijo de visitas, creo que en agosto cerraban sobre las seis y media. Cuando estaba todo en calma bajó del escondite y con una ganzúa, que también apareció allí, forzó la verja y se fue solo a esas piezas de oro: no fue a por las reliquias, ni a por el Arca Santa.

-¿Las obras que había en el tejado lo pudieron ayudar?

-Pues sí, eso facilitó. Lo que no sé es si los obreros ya se habían ido a las seis o ya habían terminado. Al día siguiente no los vi por allí. Descerrajó el oro y lo fue metiendo en una bolsa de deporte. Había una especie de cuerda del balcón al crucero por la que pensamos que bajó, no tuvo que abrir puertas como la verja de entrada a la Cámara Santa. Después intentó abrir esta caja fuerte (señala la de su despacho de sacristía) y como no podía, tratar de sacarla. Picó, no sé con qué. No lo logró.

-¿Había algo de valor dentro?

-No, ahí suele haber poco dinero. Algo de donativos, de bodas. Entonces, en agosto, había pocas. Saavedra dio un paseo por la Catedral. Pasó por los lampadarios, que no creo que sacase mucho de ahí. Por dónde salió no estoy seguro si fue por el tránsito de Santa Bárbara o por la Puerta de la Limosna. Ese es el recorrido que la Policía hacía también.

-¿Notaron la reacción de la gente? Hubo manifestaciones.

-Sí, después de un breve espacio de tiempo hubo una más potente, decían que cuatro mil y pico personas. Ahí estaban la gente de la ciudad, algunos 'amigos' de la Catedral en protesta contra las autoridades y el Cabildo, que pude percibir. Creo que fue un revulsivo para la ciudad: se han llevado nuestros signos de identidad, de Oviedo.

-Eran símbolos de una comunidad que aún no existía.

-Pero ya lo eran de Asturias y de Oviedo. La bandera no es que se hiciera con la democracia, todo existía. Eso removió las conciencias. Fue un revolsivo social, la Catedral estuvo más arropada; también político, los poderes públicos se sensibilizaron. Enseguida se nombró una comisión por el arzobispo para ver cómo se podía restaurar.

-El robo tuvo eco internacional.

-Claro. No tardó mucho en detenerse a este chico con restos en su mochila, excepto alguno que estaba en una escombrera de Gijón. Se recuperó prácticamente todo. La comisión empezó a funcionar enseguida, en el Palacio de la Diputación.

-Hubo reivindicaciones pintorescas del robo.

-Sí, pero eso se cayó enseguida. Él siempre declaró que estaba solo, algunos sospechan que había más.

-Su abogado, Antonio Masip, así lo sostiene.

-No lo sé, eso no se probó nunca. Las huellas eran de este chico.

-¿Puede que tuviera ayuda de dentro, o de alguien que conocer?

-Sospechamos que no, porque todo fue muy basto en la realización, muy torpe. No eran especialistas, desde luego. Él estaría dos o tres días por ahí, imagino. Aprovechó la escalera para guardarse.

-¿Qué partes no se recuperaron?

-Un camafeo de la Caja de las Ágatas que después se recuperó con tiempo y se repuso. La primera decisión que tomó la comisión fue cómo se iba a restaurar y dónde: en Oviedo y el taller de Pedro Álvarez.

-Saavedra dijo que había partes que no aparecerían porque estaban en otras manos.

-Las que vendió a los gitanos de Orense. Si hay alguna pieza muy pequeñita que no... no lo sé.

-La comisión estuvo años reuniéndose. ¿Tan complejo era todo?

-En febrero del 78 es la primera reunión y el año 82 ya están prácticamente las dos cruces terminadas. El año 85 se hace una muestra de todo el trabajo realizado en la girola (de la Catedral). Ya en el 82 notamos un incremento muy grande de asistencia de la gente para la bendición del Sudario. Tanto es así que en el 85 le pedimos al arzobispo licencia para bajar el Sudario al centro del altar, y a los tres días se muestra, porque estaba llena la Catedral. Antes se daba en el balconcito del crucero porque no venía mucha gente.

-De ahí nació la devoción por el sudario.

-Siempre pasa, Dios escribe derecho con renglones torcidos, no hay mal que por bien no venga. No nos alegramos de lo que pasó, en absoluto. Pero a partir de ese momento la Cámara tiene un arropamiento mucho mayor.

-¿Siguió el juicio de Saavedra?

-Me acuerdo de que salieron 18 años de cárcel. Volvió a entrar y a salir. Alguien me comentó que lo mataron, pero no estoy seguro.

-¿Podría volver a suceder un robo así hoy día?

-Lo mismo no. Entonces ni lo sospechábamos. Se han puesto muchas más cautelas.

-¿Cómo están ahora las cruces?

-Bien. Cuando se restauró la Cámara, se sacaron y fueron a una caja fuerte. Previamente se llamó a Carlos Álvarez para que las revisara y diera un repaso a todo; hubo alguna cosita, algún tornillo. Se limpiaron algunas cosas, como la sandalia de San Pedro.

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