Alimentación complementaria en bebés: por dónde empezar
El paso de la lactancia, materna o artificial, a la alimentación complementaria, ya sea con triturados o mediante el método 'Baby Led Weaning', debe estar asesorado por expertos
«La OMS recomienda a todas las madres la lactancia materna exclusiva durante los primeros seis meses, con el fin de ofrecer a sus hijos un crecimiento, desarrollo y salud óptimos. Posteriormente, hasta los 2 años o más, los lactantes deben seguir con la lactancia materna, complementada con otros alimentos nutritivos». Es la declaración inicial de la Organización Mundial de la Salud (OMS), con fecha 15 de enero de 2011. Dos ensayos clínicos controlados, y otros dieciocho estudios realizados tanto en países desarrollados como en vías de desarrollo, respaldan estas recomendaciones. Entendiendo, en este caso, que la lactancia materna podría ser lactancia artificial o mixta en algunos de los casos.
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La alimentación complementaria (AC) es, por tanto, la introducción de otros alimentos distintos a la lactancia exclusiva, ya sea materna, artificial o mixta, que venga a complementar la que será la alimentación básica.
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¿Cuándo empezar?
La Asociación Española de Pediatría (AEP), por su parte, recoge en su guía que «se considera que el bebé está preparado cuando adquiere las destrezas psicomotoras que permiten manejar y tragar de forma segura los alimentos», algo que ocurre a partir de los seis meses. Es por este motivo que el inicio de la alimentación complementaria debe esperar a que el bebé cumpla los siguientes requisitos:
- Tener cumplidos los seis meses, en caso de que haya nacido a término (si nació antes de las 40 semanas de gestación, es necesario esperar a la edad corregida, es decir, sumar a los 6 meses los días que habrían faltado hasta completar el embarazo: si nació a las 38 semanas, no se debería inicial la AC hasta los 6 meses y dos semanas de edad).
- Mostrar interés por la comida.
- Que haya desaparecido el reflejo de estrusión, esto es, que no expulse los alimentos de la boca (se puede probar introduciendo una cuchara y viendo si la mantiene o si la escupe).
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- Coordinación mano-boca, para que el bebé sea capaz de coger la comida y llevársela a la boca.
- Mantenerse sentado solo o con el mínimo apoyo.
Todo ello será indicativo de que el bebé está preparado para empezar con la alimentación complementaria. Además, tal y como señala la AEP, adelantar la alimentación complementaria entraña muchos riesgos, tanto a corto como a largo plazo:
A corto plazo:
- Riesgo de atragantamiento.
- Aumento de gastroenteriris agudas e infecciones del tracto respiratorio superior.
- Interferencia con la biodisponibilidad de hierro y zinc de la leche materna.
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- Sustitución de tomas de leche por otros alimentos menos nutritivos.
A largo plazo:
- Obesidad.
- Eccema atópico.
- Diabetes mellitus tipo 1.
- Destete precoz.
Una de las cuestiones que más preocupa a la hora de que se retrase la introducción de la AC es la pérdida de hierro, pues los bebés empiezan a gastar las reservas de este mineral a partir de los seis meses, tal y como recoge la Asociación Americana de Pediatría (AAP). Eso sí, la pérdida es progresiva y hasta los doce meses no se empiezan a agotar las reservas, por lo que no es necesario obsesionarse con la ingesta de alimentos ricos en hierro. Sí cabría tener en cuenta, considera la OMS, que «la incorporación demasiado precoz de la leche de vaca y de los productos lácteos no modificados es un importante factor de riesgo nutricional para el desarrollo de la anemia por deficiencia de hierro».
De estas recomendaciones cabe excluir a ciertos bebés prematuros y/o aquellos que hayan sufrido un retraso del crecimiento intrauterino, pues las asociaciones de pediatría recomiendan, en algunos de estos casos, suplementos especiales para casos concretos.
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