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De izquierda a derecha y desde arriba hacia abajo, Maurice Jean Lauze, Juan Luis Rodríguez-Vigil, Víctor Zapico y Juan Blas Sitges.

Quién es quién en el 'Petromocho'

Personajes para una trama de la que todavía se ignora el motivo por la que se urdió | Tres periodistas de EL COMERCIO desvelaron y revelaron hace veinticinco años la gran patraña que se conoció como el 'Petromocho'

ALBERTO PIQUERO

GIJÓN.

Domingo, 20 de mayo 2018, 04:13

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Oviedo se había acostado el 19 de mayo de 1993 al ritmo del grupo irlandés U2, que congregó en el Carlos Tartiere a veinte mil seguidores. Asturias se despertaría al día siguiente con otras trepidaciones. La portada de EL COMERCIO, que comenzaba a desmontar la delirante operación según la cual nuestra región iba a ser el destino de una inversión multimillonaria para instalar una planta petroquímica, debió acelerar las palpitaciones entre los responsables de aquella extraña trama que acabaría bautizándose como el 'Petromocho'. Las investigaciones de tres periodistas del rotativo, Chema Fernández, Marco Menéndez y Ángel M. González, comenzaban a aflorar a la luz pública. El próximo domingo, 27 de mayo, aquella historia truculenta de la que se cumplen veinticinco años, se convertirá en libro, firmado por uno de aquellos tres profesionales y hoy director adjunto de EL COMERCIO, Ángel M. González.

En el plano nacional, se vivía por aquellas fechas una campaña electoral, que traería a Felipe González a nuestra comunidad para inaugurar simultáneamente las instalaciones de DuPont de Nemours, lo que le daría ocasión de intercambiar pareceres con el presidente asturiano, Juan Luis Rodríguez-Vigil, uno de los actores principales del 'Petromocho', bien que asumiera responsabilidades posteriormente de manera ejemplar, mediante una dimisión acompañada de una carta elocuente. En el mapa autonómico asturiano, las coordenadas que delinea el libro de Ángel M. González son muy significativas: «El 23 de octubre de 1991, Rodríguez-Vigil se enfrentaba a la mayor huelga vivida en la región hasta el momento para exigir un plan de reindustrialización. Justo dos meses después, los líderes sindicales de la minería, con José Ángel Fernández Villa a la cabeza, protagonizaban el encierro del pozo Barredo, en Mieres, contra el ajuste en Hunosa, que planteaba el despido de 6.000 trabajadores. Y en octubre de 1992, los siderúrgicos emprendían la 'Marcha de hierro' por la reconversión de Ensidesa, en la que el Gobierno central quería suprimir de un plumazo 3.600 puestos de trabajo». Quiere decirse que el agua llegaba al cuello y que una inversión de las características anunciadas el martes, 18 de mayo, en la sala de prensa de la Presidencia del Principado, se aproximaba al bálsamo de Fierabrás.

Víctor Zapico, consejero de Industria, había sido el encargado de realizar todas las negociaciones al respecto. Y cuando se produjo la notificación oficial, claro está, fue uno de los protagonistas, junto a Rodríguez-Vigil, el empresario asturiano Juan Blas Sitges y el que podríamos considerar gran artífice de esta ópera bufa, el intermediario de origen francés Maurice Jean Lauze.

Víctor Zapico tomó la palabra y proclamó, según se reproduce en las páginas del libro que rubrica Ángel M. González, «la firma por el presidente del Principado y el representante del grupo Saudi International Bank (o sea, Maurice Jean Lauze) de un contrato para la construcción de una refinería de petróleo y un complejo petroquímico en el valle de Tamón, en el concejo de Carreño, con una inversión de 366.000 millones de pesetas, más de 2.200 millones de euros de ahora. La instalación se acometería entre los años 1994 y 1996, generaría 1.100 puestos de trabajo directos y otros 5.000 empleos inducidos».

Lo cierto es que cundió un cierto escepticismo, por los muchos flecos sueltos. Pero no bastaba con mostrar una resistencia genérica a la credulidad, sino de ponerse a contrastar dudas, incertidumbres, vaguedades e imprecisiones. Es decir, certificar cuánto de verdad y de mentira había en el ambicioso proyecto, casi un sueño para Asturias. Y a ese empeño, que debió ser en primera instancia el de la administración política, que se dejó cegar por los oropeles, se dedicaron con admirable tesón profesional y minuciosidad de orfebres, contra viento y marea, Ángel M. González, Chema Fernández y Marco Menéndez.

Víctor Zapico, al que habían advertido del resultado de sus pesquisas, les respondió que «os vais a columpiar», en el caso de publicarse las pruebas obtenidas, que terminaron siendo aplastantes y, por supuesto, bajo la supervisión del director de EL COMERCIO, Francisco Carantoña, comenzaron a ocupar espacio principal en el periódico. No tardaron en sumarse a las primicias de EL COMERCIO, un conjunto de medios de comunicación nacionales e internacionales que multiplicaron el eco. 'The Times', calificó la operación de «fraude meticulosamente elaborado».

El primer indicio de que se asistía a tan formidable patraña, lo encontraron los redactores efectuando una llamada telefónica a la delegación del Saudi International Bank, en Londres, entidad a la que aseguraba representar Maurice Jean Lauze. Una consulta elemental e imprescindible que no había pasado por la mente de Víctor Zapico ni Juan Luis Rodríguez-Vigil. La delegación londinense, por lo demás, era la cabecera de la entidad bancaria en todo el mundo, razón por la que no podía ser ajena a una iniciativa de estas características. Y allí se negó rotundamente cualquier implicación e incluso se remitió un desmentido a través de un fax acerca de su presunta participación en el enredo. El corolario: «Resultaba incomprensible que Víctor Zapico, en aras de respetar la confidencialidad exigida por el caballero galo, no hubiera realizado una mínima comprobación». El delirio alcanzó su máxima expresión cuando los periodistas comprobaron que otras acreditaciones empresariales y números telefónicos servidos por Lauze al presidente del Principado, se correspondían con ciudadanos totalmente ajenos a estas vicisitudes o incluso «un quiosco de apuestas mutuas de Valencia que alquilaba el servicio de fax».

El misterio que ha quedado sin resolver se refiere a los motivos que hubieran podido alentar esta intriga en la que, según Rodríguez-Vigil, no se movió ni una sola peseta, lo que excluiría cualquier beneficio a favor de los urdidores de la trama. Lo que es seguro es que si durante el concierto de U2 lloviznó, la tormenta política del 'Petromocho' desató rayos y truenos.

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