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El presidente del Gobierno, Pedro Sánchez. Efe
Sánchez está en manos de Podemos y Esquerra

Sánchez está en manos de Podemos y Esquerra

La amenaza, real o inventada, de la repetición de las elecciones, jalona el tortuoso camino hacia la investidura del líder socialista

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Sábado, 22 de junio 2019, 18:59

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Pedro Sánchez negocia su investidura con la apreciable ventaja de que no tiene alternativa. O gobierna él, o gobierna él. No hay otra. Pero consumida la primera fase de las negociaciones aún no tiene los apoyos suficientes. Las apelaciones al PP y Ciudadanos para que se abstengan son, por mucho dramatismo que se imprima, gestos para la galería. Nunca ha estado en los planes de populares y liberales facilitar la reelección, y Sánchez tampoco contaba con ello. Además así se lo dijeron Pablo Casado y Albert Rivera en el primer tanteo de mayo, y en el segundo hace quince días. Está por tanto en manos de Unidas Podemos y Esquerra Republicana.

Para que la investidura sea fallida requiere una conjunción astral de intereses antagónicos, se tendría que dar que toda la derecha, nacionalistas e independentistas se pusieran de acuerdo para tumbar al líder del PSOE. Un escenario posible si se tratara de números, pero inviable en la dialéctica política, aunque esa comunión de intereses ya se vivió con los Presupuestos. Por si acaso, Sánchez recurre al aviso de la repetición de las elecciones para azuzar las conciencias de los más renuentes. En la Moncloa y en Ferraz insisten en que no es un farol ni un órdago para amedrentar. Pero lo es.

  • Repetición de elecciones. La amenaza, real o inventada, jalona el camino hacia la investidura del líder socialista

  • Abstención de PP y Ciudadanos. La demanda era un gesto para la galería porque Sánchez conocía de antemano la negativa

  • Negociación con Podemos. El líder del PSOE sabe que sin el apoyo de los 42 diputados de Iglesias se queda sin reelección

La única variable que contemplan los socialistas es que la investidura no prospere a la primera en julio y tenga que volver a intentarlo en septiembre, un escenario que pronosticó la diputada de Coaliación Canaria, Ana Oramas. «No queremos una investidura fallida, pero vamos a ir (en julio) a una investidura con o sin apoyos y que cada cual se retrate», explica Rafael Simancas, secretario general del grupo socialista en el Congreso, y uno de los pocos diputados con alguna información de los contactos. La táctica y estrategia es coto privado de Sánchez y su sanedrín, Iván Redondo, José Luis Ábalos, Carmen Calvo y Adriana Lastra.

No hay estudios rigurosos, o no son de dominio público, sobre las perspectivas electorales de una repetición de las generales. Una encuesta publicada por 'eldiario.es' apunta a que casi nada cambiaría. El PSOE ganaría media docena de escaños a costa de Unidas Podemos, y el PP mejoraría su representación en una decena de diputados que perderían Ciudadanos y Vox. Pero la fotografía sería en esencia la misma. El salto a la arena política hace cuatro años de Podemos y Ciudadanos no se ha traducido en más pluralismo político. Solo ha hecho más monolíticos los bloques de derecha y de izquierda, de forma que el bipartidismo que nació de la transición ha dado lugar a un bipartidismo al cuadrado, incluso al cubo en el caso conservador con Vox.

Bipartidismo al cuadrado

La transversalidad en los acuerdos que se acarició el algún momento hace tres años, y que es moneda corriente en otros países europeos, es territorio minado en España. Sánchez, por lo tanto, está condenado a entenderse con Pablo Iglesias. Fuentes cercanas al presidente del Gobierno afirman que las conversaciones no van mal. Lo mismo dicen en Unidas Podemos. En cuestiones programáticas hay avances, no así en la fórmula de gobernación. Como se sabe, el PSOE insiste en el gobierno monocolor con incrustaciones ministeriales de independientes. La oferta a los morados no pasa de ser una pedrea limitada al segundo escalón de la administración. Iglesias no la puede aceptar porque se juega a todo o nada la entrada en el Ejecutivo. Es su tabla de salvación política y quizá el único freno a la caída libre de Podemos.

El líder de los morados no ha enseñado las cartas que atesora si no hay acuerdo, pero en su partido ven improbable una repetición de la crisis de febrero de 2016, y que fue una de las causas del declive de la formación morada. «Nuestro apoyo no es cautivo», avisan, sin embargo, desde las cercanías del líder de Podemos. Sánchez es consciente de que sin el voto favorable de los 42 diputados podemistas no puede construir su investidura. Tiene que amarrarlos a toda costa, y esa imperiosa necesidad es la mejor baza de Iglesias para exigir el gobierno de coalición.

El PSOE confía en que con el único apoyo del partido de Iglesias y la abstención nacionalistas e independentistas sea suficiente para conseguir la reelección

La segunda pata de la operación descansa sobre Esquerra Republicana. El portavoz republicano en el Congreso, Gabriel Rufián, da por hecho que no van a obstaculizar la investidura y se abstendrán. Pero en Barcelona no se muestran tan dispuestos. Es el doble discurso que ha convertido las relaciones del PSOE con Esquerra en una ducha escocesa. El partido de Oriol Junqueras acostumbra a cobrarse las deudas, y la última, la del Ayuntamiento de Barcelona, está pendiente. El Gobierno ya ha comprobado que la tesis de que Esquerra es el independentismo posibilista es un ejercicio intelectual que no se sustenta en la realidad. No hay más que ver el veto a Miquel Iceta para presidir el Senado y el portazo a los Presupuestos Generales del Estado. Pese a todo, Sánchez, en sus cálculos, ha colocado a los republicanos en la casilla de la abstención.

Es más, en las simulaciones de votación que hacen en la Moncloa y Ferraz pesan mucho los votos en blanco. Muchos dan por descontado el apoyo del PNV, pero los nacionalistas vascos recuerdan que solo han apoyado al presidente del Gobierno en dos investiduras; en 1993 con Felipe González, y en 1996 con José María Aznar. En el resto se han abstenido y alguna vez han votado en contra. Las buenas relaciones que han trabado socialistas en País Vasco y Navarra juegan a favor del voto favorable, pero la abstención sería más rentable para el PNV porque no compromete a casi nada.

Entre el PSOE y Podemos, con el añadido de Compromís y los regionalistas cántabros, suman 167 diputados. Enfrente, PP, Ciudadanos, Vox, Unión del Pueblo Navarro y Coalición Canaria reúnen 151 en contra. Si los 28 parlamentarios de Esquerra, PNV, EH Bildu y JxCat optan por la abstención, Sánchez tendría garantizada la reelección en la segunda votación de la investidura en la primera quincena de julio.

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